El imperio de la religión islámica

 

Ambos de fe musulmana, Ziauddin Sardar es un escritor especializado en el pensamiento islámico y Zafar Abbas es diseñador gráfico

 

Islam. Una guía ilustrada

Ziauddin Sardar y Zafar Abbas Malik

Tecnos, 2022, 192 páginas.

 

En la península arábiga, el año 610 (o 611),  un comerciante en la cuarentena de su edad, que no sabe leer —casado con Jadiya cuando él contaba 25 y ella, reciente heredera, 40 años—, revela haber recibido de Alá el mandato de leer su Escritura. Mahoma (570 o 571-632) se convierte, según el relato, en el último y definitivo Profeta elegido por Dios, tras Adán, Abraham, Moisés, Jesús y todos los demás mensajeros divinos. 

El Islam es la “total sumisión a Dios”. Jadiya es la primera musulmana y tras ella un pequeño grupo, en medio de un primer rechazo generalizado de los mequíes. Para proseguir su predicación, Mahoma ha de abandonar la Meca y esta hégira marcará el inicio del calendario musulmán, en 622. A 320 kilómetros, Medina acoge a los fugitivos y, desde esta ciudad-Estado, el islam se expande con rapidez en los territorios colindantes. En el Sermón de despedida de Mahoma (antes de morir), los cronistas hablan de 124.000 musulmanes reunidos en el valle de Arafat.

El Corán (“la lectura”) y la Sunna (los dichos y hechos del profeta) conforman su credo. La devoción, la modestia, la honestidad, la rectitud, la justicia y la misericordia, la libertad —la religión no debe ser impuesta—, la igualdad de todos los seres humanos —ricos y pobres, hombres y mujeres—, el rechazo de la usura, la caridad… estructuran la moral islámica. Tras la confesión de fe que te convierte en musulmán (“No hay más dios que Alá y Mahoma es su profeta”), cuatro prácticas concretas ordena a sus fieles: cinco oraciones al día, ayuno un mes al año, la caridad con los pobres (obligatoria cada ciclo anual), y peregrinación a La Meca al menos una vez en la vida.

Los cuatro primeros califas desplegaron un imperio islámico en tan solo treinta años: Iraq, Siria, Armenia, y desde el norte de África hasta penetrar en Paquistán e India. La primera gran escisión se da entre los suníes y los chiíes. Estos fueron derrotados en la batalla de Karbala (680). ¿Quién debe ser el legítimo sucesor de Mahoma? Para los chiíes ha de ser la familia del profeta, que después de Ali, cuarto califa y primer imán, no ha sido respetada y, por ello, defienden que la autoridad religiosa y política debe ser ejercida por los clérigos, que, en ausencia de los verdaderos imanes (los libres de error y de pecado), se hallan espiritualmente más unidos al profeta. En el terreno de los hechos fue la dinastía Omeya (661-750) quien prosiguió la expansión del imperio. Y a mediados del siglo VIII, son los abasíes (desde Bagdad) quienes toman el relevo, durante cinco siglos, en los que la cultura islámica destaca sobre las demás en saber (medicina, teología, filosofía, arte, literatura, astronomía, matemáticas…) y en industria y costumbres (papel, bibliotecas, regadíos, instituciones de enseñanza…). Son los tiempos de Al-Kindi (siglo IX), Al-Farabí (X), Avicena (XI) y Averroes (XII).

Todo imperio comienza su declive en algún momento. La pérdida de Granada en 1492 indica que el islam no ha tenido la potencia de absorber al cristianismo.  Roma y Bizancio no han desaparecido. Además, aquel esplendor cultural islámico ha iniciado una crisis interior profunda que tiende a la descomposición. A partir del siglo XV se ha impuesto un giro en la dogmática. Según los ulamas —académicos religiosos—,   el islam ya no es favorable a “todo conocimiento” sino solo al “religioso”, ya no preserva el “consenso de la comunidad” sino solo el de los “cultos”, y llega a proscribir el razonamiento independiente sobre cuestiones religiosas. Los ulama son los herederos históricos de la visión de Al-Ghazali (XI-XII), de la escuela Asharí (los teólogos), enfrentada a la escuela de los mutazilíes (los filósofos). Averroes, con sus argumentos racionalistas, nada pudo frente a Al-Ghazali. Fueron los asharíes quienes se convirtieron en el modo dominante de pensamiento.

Con intención divulgadora, el libro está escrito para reivindicar los valores de la religión islámica y también desde la crítica de las perversidades políticas de los últimos siglos. Se busca revitalizar y modernizar el islam. Ahora bien, ¿esa modernización confluiría con una “religiosidad superior” capaz de contribuir al bien de toda la humanidad?, cuyos axiomas serían: 1) los podres políticos y los religiosos tienen competencias distintas; 2) cualquier moral religiosa tiene solo valor parcial (la dogmática afecta únicamente a sus fieles); 3) algunos valores religiosos confluyen con la ética universal y, consecuentemente, cualquier duda sobre el dogma ha de resolverse superponiendo lo ético a lo moral; y 4) el conocimiento religioso es compartido (en potencia) por todos los seres humanos, pero mientras unos traducen ese conocimiento de la Trascendencia con el infinito, otros lo hacen con el cero; luego no hay un conocimiento religioso universal idéntico. Luego cualquier dogmática religiosa solo tiene valor moral, es decir, parcial. De modo privado y psicológicamente quienquiera puede darle un valor absoluto, que será un valor absoluto para su fe, pero no para hacerlo valer directamente como valor político ni como teología verdadera (universal), pues sería contrario a la “religiosidad superior”, que no puede traducirse nunca por conductas teocráticas, sectarias, fanáticas o asesinas.

Silverio Sánchez Corredera

 

https://www.lne.es/cultura/2023/03/17/imperio-religion-islamica-84719747.html