Escritos literarios 23

Fernando Menéndez:

la araña escéptica tejedora de aforismos

 


Fernando Menéndez: 
 
la araña escéptica tejedora de aforismos
 
Hilos sueltos
Editorial Difácil, Valladolid, 2008
Hilos sueltos son algo más de ochocientos aforismos, sin secciones, sin agrupamientos: «hilos» y «sueltos».
Bellamente arropado, con la portada de Kiker, anunciadora de un trasfondo pasional, y con el magnífico estudio introductorio de José Ramón González, que muestra nítidamente las borrosas fronteras que separan al aforismo de los modos literarios vecinos (máxima, sentencia, epigrama, adagio, reflexión, refrán...), estilo entre la prosa y el verso, entre la poesía y la filosofía, entre lo claro y lo ambiguo, entre lo certero y lo difuso, entre la verdad y la duda sugestiva.
Fernando viene acompañado de una pléyade de autores, escogidos por él, y nos ofrece así degustar los contrapuntos y constatar las encrucijadas poéticas. Doscientos ocho son aforismos de treinta y cuatro autores,  como BousquetBufalinoGervasoSpaziani oMallet, y sólo un puñadito escaso más renombrados, como Valéry o Cioran. La mayor parte, unos seiscientos aforismos, son del poeta asturiano.
¡Nada más fácil de leer, frases breves y al grano! Eso es lo que cabría pensar, pero sólo en apariencia, porque requiere una lectura de continua interpretación y de mirada concentrada y atenta.
Empecé a leerlo como se lee normalmente un libro, golpe a golpe y verso a verso y con cierto ritmo, pero me daba cuenta de que conectaba con unos fácilmente y que otros me resultaban opacos, porque había que cambiar de esquema mental continuamente. Necesitaba pararme y escanearlos. Después de varias páginas, de una masa crítica de formas y mensajes recibidos, empecé a entenderlos en su goteo, concediéndoles distintos valores de gracia, fuerza y modalidad. ¿Qué había pasado?: que había encontrado la clave (mi clave interpretativa). Eran hilos, pero en una telaraña donde iba y venía un artrópodo hilador artista solitario: Fernando Menéndez, con algo de cínico ―en el sentido clásico: triturador de la cultura―, algo de epicúreo, algo de estoico, en suma, un hijo sincrético de su tiempo: apegado a un solo lugar, la búsqueda de la belleza, en el naufragio de la vida y el islote de la poesía, entre el absurdo y la esperanza de las pequeñas cosas dotadas de sentido, entre la candidez de mirar el mundo con sorpresa y la vehemencia hacia muy poco –el amor, la mujer, la libertad, la honestidad–, entre el equilibrio de la austeridad y la ley del deseo. Es decir, un completo desorden.
Pero toda esta anarquía, tan contemporánea, por otra parte, queda unificada por un colorido que lo envuelve todo: el escepticismo, en su sentido más certeramente filosófico, porque el escéptico clásico no sigue la anómala variedad pusilánime que se ha cansado de conocer, al contrario, tiene tanta ansía de conocimiento como cualquier académico, aunque repugna como ninguno los momentos dogmáticos, porque es sólo buscador incansable de aquellas pocas verdades personales y directas.
 Fernando navega en una agotadora ilusionante búsqueda de la belleza: «No hay nada después de la belleza». Pero la belleza no es la perfección: «Los tontos discuten sobre la perfección del mundo», y, además, no nos engañemos: «El amor, como la belleza, son sencillas nadas».
Desde su aforismo conmensura el horizonte de la muerte, siempre envolvente: «Nadie puede ocupar tu lugar, excepto la muerte». Pero hay aún mayores temores en vida, porque aunque «La muerte no te olvida nunca» «Temo a la soledad metafísica más que a la muerte» y para cerrar el paradójico vivir: «El vacío, con la muerte, se encamina a la plenitud».
Otro polo cardinal de su inquisición crítica lo dirige hacia Dios: a veces un torso materialista de Dios en «Dios sólo existe en la brújula», otras rompiendo el sentido en «Acaso Dios no procede del simio», otras reventando su teología en «De Dios a un monstruo hay sólo un paso» para convertirlo en mundano enigma en «Más conservador que el poder es Dios».
Junto a estos hilos visibles en la trama, muchos dedicados a romper las verdades metafísicas, otros risueños raptos amorosos y cálidas discretas y provisionales esperanzas, junto a pequeñas verdades que denuncian a la explotación, a la estupidez, al político y a la impostura: «Los políticos mienten diciendo la verdad» o «Hoy el arte más que arte es voyerismo».
Y todo, todo, transido de verdadero escepticismo, a veces sólidamente expuesto: «Un criterio: el relativismo crítico», o «Dedicarse a la utilidad de lo inútil», o «El pensamiento contra el pensamiento único», o «Del dolor y la razón nacen los hombres», donde la razón queda asimilada al dolor y viceversa. Fernando como poeta busca la belleza de lo efímero, de lo condensado, del juego entre decir lo mínimo y hacer del silencio la expresión de algún curioso secreto, y reducir el poema a un nombre y éste a un punto y éste a la ausencia, como él mismo dice en uno de sus aforismos.  Teniendo siempre en cuenta que «A veces el verso no tiene fondo, sino deseo».
Hay muchas otras interpretaciones posibles;  yo mismo constataba no agotarlas.  Y si «El hombre está hecho de puntos de vista a los que no puede renunciar», no quiero llevar a ninguna interpretación cerrada lo que allí fluye y prefiero ponerme a salvo porque «La estupidez de un crítico está en su convicción».
José Luis Argüelles entrevistaba a Fernando Menéndez para La Nueva España el pasado 21 de octubre, aunque ya un hábil, selecto y sutil blogero (Martín López Vega) lo descubría antes que nadie en: diariosderayuela.blogspot, con un muy fino y bello comentario.
En la literatura filosófico-poética del aforismo habrá que contar en adelante con este autor español  de tres libros de aforismos, cuyos «hilos» de ahora están muy a la altura de esos otros autores extranjeros ya consagrados. Puestos a hacer una selección de favoritos, algunos brillarían con la luz de los maestros de la palabra, en Fernando hiperbólicamente concentrada.

                                                                SSC
30 de octubre de 2008

Publicado en: «Fernando Menéndez: la araña escéptica tejedora de aforismos». La Nueva España, Suplemento Cultura nº 818, pág. 4,  Oviedo, jueves, 30 de octubre de 2008.Versión similar publicada en «Eikasía. Revista de Filosofía».

 

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