Una disputa entre libros

 

Los lectores que además de relajar el espíritu con las publicaciones buscan investigar a través de ellas, saben que los libros hablan entre sí. En lo que sigue, transcribo lo que les oí decir a los cinco escritos que más me han convencido este año.

 

“Lindos y tornadizos” (“viejos contra nuevos cristianos” en la España de la Inquisición), de Pérez Herranz, además del mérito de ser VII premio Juan Andrés en Ciencias Humanas, es muy desenvuelto y rompe la conversación con sus cuatro compañeros de compartimento, y enlazando con algo sugerido momentos antes defiende que “es falso que solo haya un camino histórico en el mundo occidental, el de la Europa reformada, calvinista y capitalista, que aboca en las dos guerras mundiales y en el Holocausto, porque ahí tenemos el intentado por la España del siglo XVI cuyo modelo constructivo  puede hoy ser habilitado, mutatis mutandis, como proyecto de futuro político conjunto.

 

Algunas de las tesis que va desarrollando “Lindos”  interesan intensamente a “Imperiofobia y leyenda negra”, y aunque sabedor de que no coinciden en la línea interpretativa sobre la función de los imperios, concuerdan en suficientes puntos como para que la interpelación no sea un diálogo de locos, por eso le replica: “Es trascendental no olvidar la política de acoso y derribo contra la potencia española de la época clásica, desarrollada por las naciones europeas, algunas nacientes, como la calvinista Holanda y la luterana Alemania, y otras ya constituidas, como la Inglaterra anglicana o la Francia iluminada. Y recordar que las armas que estas utilizaron contra el imperio de entonces fueron, además de las convencionales de la guerra y la rivalidad comercial, la propaganda sistemática basada en falsedades o en distorsiones magníficamente manipuladas hasta levantar una leyenda negra, que ya será muy difícil de disolver, ¡viva anda hoy!, sobre todo porque su mayor éxito estará en que serán los propios españoles quienes lo van a asumir en su propia autoconciencia.

 

Entonces, en esta tesitura, cuando los argumentos se vuelven difíciles de matizar, “El escriba sagrado”, que anda apenada por hallarse ya sin autor, Mariano Arias, fallecido por el zarpazo de la despiadada enfermedad, quiere que se retome la problemática de la convivencia política desde mucho más atrás y propone aclarar, antes de delimitar el cómo de la guerra entre naciones y el porqué de la deriva desbocada de la política internacional, aclarar, insiste: “el nacimiento de la escritura. Y establecer el mecanismo histórico por el que a través de la profesión del escriba se ensartaron en penetración poderosa los intereses políticos y los credos religiosos”.

 

Se estaba tratando de avanzar por esta ladera argumental, la de la inextricable unión del imperio político sobre los cuerpos y del poderío religioso sobre las almas, en una dialéctica que anunciaba que iba a necesitar un dilatado espacio para desplegar sus razones, cuando entra en escena “Contra las patrias”, que lleva ya más de treinta años repitiendo hasta el cansancio, entre sombras goyescas en lucha, su mensaje: “Es un peligro abismal emplear los afanes humanos en delimitar fronteras, fronteras excesivas que alientan nuevas diferencias tribales, inútiles, que solo sirven al delirio de mentes que, manipuladas, viven alucinadas”. Su autor, el genial pedagogo de Estado que es Savater, sabe hacer hablar a su libro sobre el “¡Basta ya!” con gran locuacidad, pues es uno de los más autorizados en esta problemática.

 

Cuando ya el tono de la disputa se había elevado, por el tropel de ideas que iban y venían como los planos cortos y los largos en la cinematografía, prorrumpe, para intentar un orden mínimo, para que la razón no perezca en medio de un exceso de análisis, la sombra del mayor filósofo que ha dado España en la segunda mitad del siglo XX, y tras su sombra una veintena de admiradores del maestro de Oviedo, que le homenajean en el primer aniversario de su muerte. Arracimadas en el número especial de diciembre de 2017 de la revista Ábaco, vemos sus colaboraciones, la magistral de Ricardo Sánchez Ortiz de Urbina, donde podemos leer su diagnóstico profundo sobre el valor del materialismo filosófico. Y ahí está el penetrante trabajo de Alberto Hidalgo poniendo orden en las distintas fases de maduración de Bueno; y encontramos a David Alvargonzález explorando con su rigor y acierto acostumbrados la idea de “revolución científica”; y volvemos a toparnos con el autor de “Lindos y tornadizos”, que ahora se centra en delinear las tres concepciones diversas, a las que habría recurrido el filósofo de Oviedo, para señalar el estatuto central del Sujeto. Otros autores de probada solvencia van aportando en las páginas que siguen análisis que contornean por laderas muy variadas y con enfoques ricos y contrastados: el error del cerebrocentrismo (Marino Pérez), la frontera animal/humano (Ongay), la idea de nación (Insúa), la cuestión feminista (Guerrero), el problema de Cataluña (Alsina), el lugar de Hispanoamérica (Vélez) o la proyección del materialismo filosófico en el mundo (Holzenthal)… Sin olvidarnos de las aportaciones singulares de los tres coordinadores: Nacho F. del Castro, Pablo Huerga y yo mismo. La unión oculta y patente de tanto análisis dispar: el enérgico sistema filosófico de Bueno que da al abanico temático toda su coherencia.

 

 

De los tres primeros libros ya habíamos hablado en estas páginas, de los dos últimos, no, y quizá profundicemos en ellos más adelante. Lo mejor de este año que se va.

 

«Una disputa entre libros». La Nueva España, Cultura, Suplemento de LNE, nº 1201, jueves  28 de diciembre de 2017, pág.

 

 

[Artículo reseña sobre los cinco mejores libros de filosofía del año 2017 que se va].