Ha nacido una asignatura

 

La polémica «Educación para la ciudadanía» (EpC)

 

 

Publicado en Prímula, Cuaderno Cultural 

«Sobre "Educación para la ciudadanía"»

 

número 6, febrero de 2008,

p. 18-20.

ISSN: 1699-3853

Página web: http://www.primula.es

 

 

 

Ha nacido una asignatura: Educación para la ciudadanía

 

Educación para la ciudadanía (EpC) es una materia que la LOE comenzará a implantar sucesivamente a partir del curso 2007-2008 en Primaria (en 5º o 6º), Secundaria (en 2º o 3º de ESO y en Ética de 4º) y Bachillerato (en Filosofía de 1º), para coincidir con las directrices de una buena parte de los países de la Unión Europea (quince hasta ahora) en materia de currículo escolar. Pero la Educación para la ciudadanía ha aparecido envuelta en una tormentosa polémica ideológica.

 

 

La polémica. Las causas de la polémica

 

La nueva asignatura viene siendo impugnada por dos grandes tipos de razones diferentes: 1) por cuestiones técnicas y académicas, y 2) porque se apela a principios ideológicos y morales.

 

La polémica ideológica surge inscrita en el marco del enfrentamiento de los dos partidos mayoritarios de este país, que empieza a resultar endémico ya, y dañino, para la consistencia y estabilidad que precisa el modelo educativo. Son ya cuatro sucesivas leyes de educación pendulares las que estamos sufriendo y el país clama por un pacto educativo, por un buen pacto, claro, capaz de durar más de una década.

 

En un lugar lateral de este enfrentamiento puramente partidista, de pura política a la contra y al desgaste, algunos sectores minoritarios pertenecientes a la derecha católica más conservadora, liderados por algunos obispos y por la actual Conferencia Episcopal, se esfuerzan en señalar importantísimos inconvenientes de índole moral contra la asignatura de Educación para la ciudadanía, llegando a postular la objeción de conciencia, en nombre de que sólo la familia es la fuente legítima de la educación moral. ¿Qué querrá decirse con aseveración tan altisonante y tan curiosa? Perplejamente puede adivinarse, porque ¿es que la Iglesia es la familia?

 

Lo que hay tras de estas arremetidas es la negativa a que en la escuela puedan recibir carta de ciudadanía algunos movimientos sociales que forman parte ya de las rutinas de la convivencia actual del mundo occidental: nos referimos a los homosexuales, fundamentalmente. Con todo, ha de aclararse que esta nueva asignatura no obliga necesariamente a abordar temas concretos determinados (los libros de texto así lo demuestran, con una diversidad de enfoques a la medida de criterios muy diversos), sino que propone seguir una línea de reflexión que se apoye en los derechos constitucionales, las libertades, la igualdad –insistiendo aquí en el tema de la igualdad varón-mujer- y las ideas de pluralismo. Y dentro de estas grandes coordenadas de valores, que son el común denominador de las democracias homologadas del mundo occidental, se pretende que los alumnos entre la primaria y el bachillerato tengan nociones sobre la existencia de los derechos humanos, de aspectos generales legislativos y organizativos sobre la Unión Europea, de la Constitución española y del actual modelo de Estado basado en los gobiernos autonómicos. Es decir, se trata de que los alumnos conozcan los valores teóricamente compartidos hoy y que son dignos de afianzarse, todo ello dentro de un espíritu crítico y abierto: el respeto a un modelo de convivencia moral pluralista. Pero, por lo que parece, quienes estarían gustosos de imponer un modelo moral hegemónico válido para los siglos pretéritos (en su caso), pero hoy dogmáticamente exclusivo, no están conformes con este pluralismo legitimado escolarmente.

 

Entre los principios marco que la LOE pretende en la EpC citaremos lo siguiente, directamente relacionado con la problemática que tratamos de esclarecer:

 

«La Educación para la ciudadanía tiene como objetivo favorecer el desarrollo de personas libres e íntegras a través de la consolidación de la autoestima, la dignidad personal, la libertad y la responsabilidad y la formación de futuros ciudadanos con criterio propio, respetuosos, participativos y solidarios, que conozcan sus derechos, asuman sus deberes y desarrollen hábitos cívicos para que puedan ejercer la ciudadanía de forma eficaz y responsable. Esta nueva materia se propone que la juventud aprenda a convivir en una sociedad plural y globalizada en la que la ciudadanía, además de los aspectos civiles, políticos y sociales que ha ido incorporando en etapas históricas anteriores, incluya como referente la universalidad de los derechos humanos que, reconociendo las diferencias, procuran la cohesión social. […]

Estos contenidos no se presentan de modo cerrado y definitivo, porque un elemento sustancial de la educación cívica es la reflexión encaminada a fortalecer la autonomía de alumnos y alumnas para analizar, valorar y decidir desde la confianza en sí mismos, contribuyendo a que construyan un pensamiento y un proyecto de vida propios. [...]

La acción educativa debe permitir a los jóvenes asumir de un modo crítico, reflexivo y progresivo el ejercicio de la libertad y de la responsabilidad, de sus derechos y de sus deberes individuales y sociales en un clima de respecto hacia otras personas y otras posturas morales, políticas y religiosas diferentes de la propia. Además, la identificación de los deberes ciudadanos y la asunción y ejercicio de hábitos cívicos en el entorno escolar y social, permitirá que se inicien en la construcción de sociedades cohesionadas, libres, prósperas, equitativas y justas».

 

Los problemas no parece que puedan provenir realmente de imposiciones morales partidistas, porque lo que hay, claramente, es la legitimación del pluralismo. Sin embargo, contra esta materia se aducen también razones técnico-académicas. Mucho nos tememos que sean éstas las que finalmente consigan hacer de la EpC algo sin peso, vano e inútil. Todos aquellos que han tenido alguna vez una asignatura «maría», en este caso «maría de solemnidad», saben de qué se está hablando.

 

¿Puede tener consistencia una asignatura con una sola hora lectiva semanal? Cualquier docente sabe que dos horas semanales resultan insuficientes para desarrollar un programa con el debido peso específico escolar y educativo. ¿Qué va a hacerse en una hora?

 

 

Conclusiones que cabe extraer

 

Una asignatura dotada de un horario tan exiguo (una hora y media en Primaria y una hora en Secundaria de nueva dotación, además de intercalar sus contenidos en la Ética y la Filosofía, pero sin aumentar aquí el horario) será relegada por el alumno y accesoria para las familias, tenderá  a no tener pretensiones académicas (exigencia, trabajo, peso específico, seriedad, etc.), será rehuida por los profesores en el momento de la elección de horarios (¿quién va a querer trabajar el doble o el triple?: un grupo de una hora ha de ser evaluado igual que el de tres horas. Y si se eligiera no se haría movido seguramente por criterios serios y confesables). Será postergada en las preferencias  como «materia escolar de relleno», por su falta de credibilidad académica: pensemos que la relación entre el profesor y los alumnos depende de los ritmos que pueden generarse en el trabajo conjunto y que una hora semanal, que a veces, por fiestas o por otras actividades, será quincenal, arrastrará de por sí un ritmo siempre truncado. Se tratará de una asignatura ornamental, ¿es eso lo que se pretende?

 

¿Puede una materia abordarse en cursos diferentes según de qué Autonomía se trate?, ¿qué pasará con los alumnos que cambien de residencia?

 

¿Puede una materia depender en unos casos de un departamento didáctico (Departamento de Filosofía, en el caso de Educación ético-cívica y de Filosofía y ciudadanía) y en otros casos de dos departamentos (Departamento de Geografía e Historia y de Filosofía, a la vez, en el caso de Educación para la ciudadanía de 3º de ESO) sin que haya un criterio fuerte que dé unidad a la materia y, más bien, dejándolo al albur de las necesidades de horario a completar? ¿Qué departamento va a tomarse con rigor una asignatura de la que no es seriamente responsable dentro de la continuidad debida sino que depende de criterios exógenos a sus contenidos esenciales? Suponiendo que tanto los profesores de Filosofía como los de Historia fueran igualmente idóneos, elíjase uno u otro, pero no a los dos, porque el colorido final que unos y otros van a darle no es el mismo y porque los alumnos se merecen entre un aula y otra y entre un curso y otro la debida continuidad y coherencia. Y porque todo el mundo sabe que cuando una novia tiene dos novios, lo que en realidad tiene son medios novios, es decir, probablemente ningún novio.

 

El problema de esta nueva asignatura no es que vaya a venir a dislocar ninguna moral familiar ni personal, todo lo contrario, el problema viene dado porque debería haber «más ciudadanía» y no la hay. Materia escolar, en resumidas cuentas, nacida convaleciente y enfermiza: ¿por meros fallos técnicos en el diseño o porque se asume ya de partida como meramente decorativa (en el contexto de un decorado europeo)?

 

Lo iremos sabiendo en los sucesivos años inmediatos.

 

SSC

Gijón, 11 de julio de 2007