Ha muerto el filósofo «patafísico». Ha fallecido Jean Baudrillard

 

 I

 

Jean Baudrillard (1929-2007), uno de los filósofos franceses más impactantes y más traducidos a otras lenguas, ha fallecido en París el pasado 6 de marzo cuando se encaminaba a cumplir en junio sus 78 años. Sociólogo, crítico de la cultura y filósofo, fue profesor en la Universidad de Nanterre, articulista polémico en el periódico «Libération» y escritor de medio centenar de libros revulsivos, algunos de los cuales de gran difusión: «La economía política del signo» (1972), «Olvidar a Foucault» (1977), «De la seducción» (1979), «La Guerra del Golfo no ha tenido lugar» (1991), «La transparencia del mal» (1990) y «La izquierda divina» (1985), «El complot del arte» (1997), «Pataphysique» (2002), entre otros. Fue precisamente «Oublier Foucault» el libro que me dio a conocer a Baudrillard, cuando en Paris, entre 1977 y 1979, seguía yo los pasos de la foucaultiana «filosofía del poder».

 

Tras la crítica a algunas tesis fundamentales del marxismo, en la estela de Nietzsche y del estructuralismo de Saussure y de Lévi-Strauss, y más inmediatamente del postestructuralismo y de los intelectuales «radicales» franceses -Foucault, Deleuze, Lefebvre, Touraine o Barthes-, Jean Baudrillard acabará por consagrarse como uno de los representantes más significativos de la filosofía postmoderna, junto a J-F. Lyotard, aunque sea parcialmente a su pesar.

 

Como sucede a menudo, nuestro autor manifiesta reticencias para que se le encasille en la corriente postmoderna, término que, según él, se refiere más al fenómeno que describe que a la posición que representa. Es verdad que su postura es muy original, pero si no es él postmoderno, ¿quién lo es?, situado en tesis a contrapelo del clasicismo y de la Ilustración, y dentro de esa ruptura con la tradición humanista que no aspira a invertirla, a reinterpretarla o a continuarla de otro modo, sino a reconocer un profundo hiato histórico que separa a estos dos discordantes mundos en una distancia radical, nuestro presente de hoy de aquellos tiempos que se definieron a través del modelo económico marxista de la producción, o los más pretéritos, concebidos en torno al esquema clásico de un sujeto revestido de valores.

 

¿En dónde reside la aportación de Baudrillard y en qué consiste su originalidad? Su originalidad viene de ser un filósofo intempestivo, provocador, que pulveriza los conceptos de la tradición y que escande su discurso a través de mensajes hiperbólicos, construidos con puntos de ruptura e inversión conceptual tremendista e irónica, maestro de las frases chocantes, de los aforismos y rótulos pensados para impactar y romper tanto como para comunicar, inscritos ya en los mismos títulos de algunas de sus obras: «La izquierda divina», «La transparencia del mal» o «El complot del arte». Junto al bello discurso no siempre puede uno sustraerse del galimatías conceptual. Paradójico, en tanto filósofo, al situarse en la perspectiva de la llamada «patafísica» («Pataphysique»), «ciencia» -es un decir, pensamos- que inventa soluciones imaginarias, generalmente opuestas a las leyes físicas y lógicas.  Con todo ello, para los que tratamos de ejercer una filosofía académica seria, se corre el claro peligro de caer en el delirio racional, o lo que es lo mismo, en el simple discurso irracional.

 

La originalidad de los escritos y del estilo –tan francés- de Baudrillard compromete, de este modo, el valor de su aportación, porque se vuelve excesivamente problemática, donde las claras novedades conceptuales  o los análisis certeros pueden desvanecerse por el sumidero del esteticismo postmoderno. Para muchos, quien postula una teoría que llama de la «hiperrealidad» corre el peligro de contribuir con más oscurantismo que claridad.

 

Son varias las tesis originales que cabe ponderar de nuestro filósofo agnóstico, estoico e iconoclasta. Fijémonos hoy en una, quizá la más representativa: su teoría de la «hiperrealidad». Vivimos en la era de la simulación y del simulacro, pero no porque todo esté trasmudando su ser verdadero en falsas realidades, al contrario: la distancia entre lo real y lo representado desaparece y en esa indiferencia consiste la era del simulacro. La realidad es concebida como simulacro no porque muestre su lado negativo o irreal sino porque lo real es ello mismo lo generado por códigos, que tienen la capacidad reproductora de todo lo que existe. Desde los valores económicos y morales, que ya no tanto se producen (con el llamado trabajo productivo) sino que son susceptibles de ser reproducidos (producidos desde la misma replicación de lo que hay: como en la Bolsa, en la especulación financiera) pasando por la reproducción de la vida, a través del código del ADN, hasta la reproducción propia de la tecnología moderna con sus códigos binarios y su información digital, donde lo virtual es parte de lo real.

 

Interesante tesis la «hiperrealidad», porque pone al descubierto componentes estructurales relevantes de la sociedad y la ciencia contemporáneas, pero a la vez sin suficiente fundamentación en lo que analiza y postula. Contra esta confusión, es una casualidad que el «materialismo filosófico», tan desconocido –seguramente por haber nacido ¿en un lugar equivocado? (no lo creo, aunque pudiera parecerlo)-, dispone de una teoría del conocimiento que precisamente se llama «hiperrealismo», como superación de los históricamente encallados realismos e idealismos y que, ésta sí, se expresa con términos bien definidos y claros, si bien muy elaborados y por tanto trabajosos de alcanzar. Pero esto será tema de otro momento, salvo que quiera consultarse en la obra de Gustavo Bueno.

 

II

 

JEAN BAUDRILLARD A TRAVÉS DE SUS FRASES

 

 

«Hay que hacer una crítica de la Razón sexual, o más bien una genealogía de la Razón sexual como Nietzsche ha hecho una genealogía de la Moral –porque ésta es nuestra nueva moral-» (Oublier Foucault, E. Galilée, pág. 30)

 

«En adelante no se dirá más: tienes un alma y es preciso salvarla, sino : -tienes un sexo, y debes utilizarlo bien. –Tienes un inconsciente, y es preciso saber liberarlo. –Tienes un cuerpo, y por ello es necesario saber disfrutarlo» (Oublier Foucault, E. Galilée, pág. 32)

 

«El deseo no es más que la versión molecular de la Ley» (Oublier Foucault, E. Galilée, pág. 48)

 

«La seducción es más fuerte que el poder» (Oublier Foucault, E. Galilée, pág. 61)

 

«Por otra parte, lo real no ha interesado jamás a nadie» (Oublier Foucault, E. Galilée, pág. 62)

 

«…el secreto de los grandes políticos fue saber que el poder no existe. Que no es más que un espacio perspectivo de simulación» (Oublier Foucault, E. Galilée, pág. 81)

 

 

«…informar mejor, socializar, mejor, elevar el nivel cultural de las masas, etc. Tonterías: las masas se resisten escandalosamente a este imperativo de la comunicación racional. Se les da sentido, quieren espectáculo» (Cultura y simulacro, Kairós, pág. 117)

 

«¿Cuál es el objetivo del acto terrorista? El mensaje secreto es, simplemente, según parece, a través de eso que se nos muestra como un suicidio, el intercambio imposible de la muerte, el desafío al sistema mediante el don simbólico de la muerte, en cierto modo el arma absoluta» (La violencia del mundo, Paidós, pág. 36)

 

«El actual terrorismo no es el descendiente de una historia tradicional de la anarquía, del nihilismo y del fatalismo. Es contemporáneo de la mundialización […] de las técnicas, del mercado, del turismo, de la información» (Power Inferno, Arena Libros, pág. 67)

 

«Pero el Crimen Perfecto ya no implica a Dios, sino a la Realidad, y no es un asesinato simbólico sino un exterminio» (La ilusión vital, S. XXI, pág. 53)

 

«Vamos a aclarar este punto: si lo Real está desapareciendo, no es debido a su ausencia; es más, hay demasiada realidad» (La ilusión vital, S. XXI, pág. 57)

 

«Porque, al enfrentarnos a un mundo ininteligible y problemático, nuestra tarea es clara: debemos hacer a este mundo aun más ininteligible, aun más enigmático» (La ilusión vital, S. XXI, pág. 72)

 

«El deseo, el cuerpo y el sexo acabarán siendo meras utopías, como el resto de las cosas: el progreso, el Iluminismo, la revolución, la felicidad» (Fragments: Cool memories III, pág. 34)

 

 

SSC

11 de marzo de 2007

 

 

Publicado en: «Ha muerto el filósofo “patafísico”. Ha fallecido Jean Baudrillard», La Nueva España, Sociedad y Cultura, pág. 57,  Oviedo, domingo, 11 de marzo de 2007.