Vigencia e importancia de la religión

 

 

Gustavo Bueno reflexiona sobre el valor de la religión desde el materialismo ateo

 

  

La fe del ateo

 

Gustavo Bueno

 

Ediciones Temas de Hoy, Madrid, 2007

 

382 páginas

 

 

                                                                  

 ¿Puede un filósofo ateo conceder a la religión algún crédito? Ateniéndonos a publicaciones recientes vemos, por ejemplo, cómo Michel Onfray en el «Tratado de ateología» (Anagrama, 2006) defiende los valores positivos del ateísmo y, a la vez, denuncia con ardor los contravalores de la religión que se enfrentan al ateísmo no tanto por considerarlo una negación de Dios cuanto «para perseguir y condenar el pensamiento del individuo libre»; y F. Savater, en un círculo más inmediato y en la misma línea, en «La vida eterna» (Ariel, 2007) y en su proverbial estilo literario trata de poner al descubierto las capas psicológicas de quienes defienden que «es bueno no sólo creer en Dios sino creer en la creencia en Dios».

 

 

 

Gustavo Bueno ha preferido situarse en otra perspectiva. La fe del ateo es un libro escrito «a favor» de la religión, no, desde luego, por defender un ateísmo atemperado, porque en la cuestión de fondo la trituración antiteísta de las religiones superiores es absolutamente radical. ¿Cómo comprender, entonces, que desde el ateísmo se dé cuartel a la religión?

 

 

 

La primera distinción importante que el filósofo español introduce se da entre la religión y lo sagrado, que algunos toman por sinónimos. En los valores sagrados, además del valor numinoso de la religión, ha de contarse con los valores de lo santo y del fetiche.

 

 

 

Es falso que exista «la» religión. Lo que históricamente se ha desarrollado es una religión primaria (en las cavernas paleolíticas), una religión secundaria (la de los dioses olímpicos o los egipcios) y una religión terciaria (las religiones superiores actualmente vigentes —al lado de otras que siguen en fases secundarias—), entre las cuales se han gestado unos complejos procesos de transformación de las anteriores en las posteriores. La evaluación que quepa hacer de cada fase histórica es muy distinta: la religión primaria es una religión verdadera en la misma medida en que los númenes animales eran realmente existentes. La religión secundaria se desenvuelve dentro del delirio mitológico, cuya falsedad será uno de los retos a combatir por la naciente filosofía griega, lugar desde el que se conforman las teologías propias de las religiones terciarias (las monoteístas). Pero a partir de ahí, no todas las religiones terciarias seguirán cursos racionales homologables, racionalidad que no podrá medirse si no es a través de las mismas instituciones que de ellas se desprenden.

 

 

 

Se tratará, en lo que sigue, de ir viendo los grados de involucración de la religión con los aspectos positivos o negativos de otras formaciones institucionales: la cultura, la economía, la moral, la ciencia, el arte, la televisión, &c. No cabe un rechazo global a «la» religión, sin establecer los parámetros desde donde se habla. A partir de estos presupuestos, los análisis se disparan en niveles de consideración muy variada, que para integrarlos debidamente creo yo conveniente no perder de vista tres ejes donde rotan esas ideas: tres claves interpretativas, si se me permite.

 

 

 

Clave 1ª. El libro se construye desde las doctrinas del materialismo filosófico (MF). Los que ya conocen la filosofía de la religión, la teoría del cierre categorial o la filosofía política del MF se moverán con fluidez; los que lo desconozcan podrán aprovechar para acceder a síntesis muy comprimidas en los capítulos correspondientes y en el glosario. En la medida en que sus doce capítulos recorren distintos planos institucionales cabría recomendar a los religiosos los capítulos 1 y 2, a los políticos el capítulo 4, a los científicos el 8, a los literatos y artistas el 9, y a los curiosos por los temas filosóficos, además, especialmente los capítulos 7, 12 y el Final.

 

 

 

 

 

Clave 2ª. Además del bagaje del MF, algunas ideas de Gustavo Bueno sobre el presente en fase de formación son también hilos conductores que atraviesan la argumentación de «La fe del ateo»: el fin de un periodo en el que la clásica división izquierda/derecha ha de ser reconstruida y superada, el contexto de la política internacional marcado en el futuro inmediato por el potencial chino, la continuidad de un enfrentamiento religioso y moral profundo entre el cristianismo y el Islam ahora recrecido, la comprensión de la historia desde la óptica del imperialismo y el lugar que le corresponde a EEUU, la verdadera escasa «realidad sustantiva» política de Europa, el peligro del fraccionamiento de España, las insidiosas políticas nacionalistas, el caballo idealista y desbocado al que se ha subido la socialdemocracia española, los males que se sobreañaden provenientes de las izquierdas divagantes y extravagantes que no han aterrizado todavía en el presente, y las poses progres improductivas y sin nuevas propuestas pero firmes en su estética de despreciar aquello que como la religión huela a «falsa cultura».

 

 

 

Clave 3ª. Es posible comprender mejor el desarrollo del MF si nos ayudamos de algunos datos de su genealogía (aunque la mejor clasificación entendemos que vendría dada en función de sus contenidos). Desde «El papel de la filosofía en el conjunto del saber» (1970), sin relegar la importante producción anterior, hasta «El mito de la cultura» (1996) vemos una etapa dedicada a temas fundamentalmente académicos, que reflexionan sobre las ciencias o sobre algunas de las clásicas vertientes de la filosofía (ontología, antropología, ética, política, &c.). A partir de mediados de los noventa, sin olvidarnos de los hilos que ya habían sido hilvanados en las décadas anteriores, Gustavo Bueno baja, recreándose, hasta los últimos rincones de la «caverna», allí donde se encuentran las ideologías, desde, por ejemplo, «Diez propuestas para el próximo milenio» (1997) hasta «Zapatero y el pensamiento Alicia» (2006). La tercera clave que queremos, entonces, mostrar se refiere a que ha de diferenciarse cuándo nos enfrentamos a argumentos construidos con la lógica de los conceptos filosóficos y las categorías científicas (que en la «primera época» había que comprender enfrentados fundamentalmente a otros sistemas filosóficos) y cuándo el entramado argumental se complica en su geometría al incluir además nexos con componentes ideológicos (a los que se ha propuesto bajar).

 

 

 

El materialismo filosófico lleva así hasta el límite el objetivo de toda verdadera filosofía: comprometerse con su presente más inmediato, además de nutrirse de toda esa tradición procedente de Grecia. Ahora bien, esta radicalidad supone al mismo tiempo adentrarse en la difícil dialéctica de la filosofía y la ideología.

 

 

 

 

 

La difícil dialéctica Filosofía/Ideología

 

 

 

«La fe del ateo» resalta su imbricación con las cuestiones ideológicas en su subtítulo: «Las verdaderas razones del enfrentamiento de la Iglesia con el Gobierno socialista».

 

 

 

Vemos cómo abundan las construcciones donde se unen ideas de hechura filosófica y otras de carácter ideológico. Apuntaré sólo una línea de discusión, entre otras, que queda abierta tras los análisis de Gustavo Bueno: el rechazo a la «Educación para la ciudadanía» resulta de una aproximación a las posturas de la Conferencia Episcopal frente al Gobierno socialista y, además, porque se ve aberrante el maridaje entre la razón filosófica y una dogmática ideológica partidista determinada.

 

 

 

Con ese proceder que conecta principios racionales que habrían de tenerse en cuenta («EpC sí tendría sentido aplicada al contexto de la ciudadanía española») con un estado de cosas ideológico demasiado complejo y enmarañado, ¿no se hace un análisis insuficiente al aplicar determinados recorridos conceptuales sólo con algunos recorridos ideológicos, cuando son otros muchos más los factores que están implicados? Siguiendo el modelo de esas conexiones filosófico-ideológicas, fácilmente podría concederse el hecho de que la práctica totalidad de las asignaturas (salvo las alfa-operatorias), empezando por la Religión, la Ética y la Filosofía, habría que eliminarlas por «tendenciosas». Dado el enmarañamiento ideológico de esta cuestión, de lo que se trataría, creo yo, sería si es mejor o no aumentar el número de asignaturas con opción de convertirse en un referente crítico (frente al mero referente positivo: matemáticas, inglés, &c.), porque es el profesor el último legislador con su programación, siempre que las leyes ministeriales queden abiertas al pluralismo de ideas.

 

 

 

Los que intentábamos extender la filosofía hacia atrás en la ESO (también los que utilizamos el materialismo filosófico como su mejor herramienta para la enseñanza de la filosofía), pensando en la ciudadanía, nos hemos quedado con una materia técnicamente impresentable. Si se derrumban los puentes no podrán cruzarse.

 

SSC

Gijón, 6 de noviembre de 2007

 

Publicado en: «Vigencia e importancia de la religión. Gustavo Bueno reflexiona sobre el valor de la religión desde el materialismo ateo». La Nueva España, Suplemento Cultura nº 780, págs. 1 y 2,  Oviedo, jueves, 15 de noviembre de 2007.

 

[Publicado también:Boletín de la Sociedad Asturiana de Filosofía, nº 8, 2008]

http://sociedadasturianadefilosofia.org/boletin8.pdf