Hobbes, Nietzsche y Zubiri

 

Conversación probable en un encuentro imposible

 

 

                                                       

El hombre y Dios

Xavier Zubiri

Alianza Editorial, Madrid, 2012.

    

Behemoth

Thomas Hobbes

Editorial Tecnos, Madrid, 2013.

 

Obras completas, II. Escritos filológicos

Friedrich Nietzsche

Editorial Tecnos, Madrid, 2013.

 

 

 

Un autor reeditado es un creador que pervive. Recientemente hemos visto aparecer el «Behemoth» de Hobbes, los «Escritos filológicos» de Nietzsche y «El Hombre y Dios» de Zubiri. Tres pensadores que se reencuentran en las librerías, obligados a verse las caras, de buen o mal talante.

 

Un pensador que busca las claves de los turbulentos acontecimientos políticos entre 1640 y 1660 en Inglaterra, después de haber quedado aterrado por aquella anarquía. Un profesor de lenguas clásicas, enamorado de la antigüedad griega pero decepcionado de su tiempo y de su cultura, que quiere descubrir tras la literatura y la filosofía griegas las claves para transmutar los caducos valores judeocristianos en una nueva antropología. Un exsacerdote que dedica su vida a pensar la esencia del hombre y de Dios y a descubrir la ligazón indestructible entre ambos.

 

De qué podría hablar Zubiri con Nietzsche, si para este «el culto religioso es un modo de imponer una ley a la naturaleza». Si acaso, Zubiri se entendería mucho mejor con Eugenio Trías, que anda también próximo en el mismo anaquel, si se propusieran ver en qué coincide la «religación» de uno con el «límite» del otro. Pero como el catalán no está hoy invitado, quizá el donostiarra podría explicarle a Nietzsche que su forma de creer está mucho más próxima del ateísmo que las demás, pero que no da ese paso porque no lo ve posible. Y si, de repente, Thomas pusiera el oído interesado en eso del ateísmo y se acercara a ambos, dando un connivente codazo a Friedrich, quizá podría oír cómo Xavier se esforzaría por hacerle ver que su «metafísica» puede conciliarse con un «materialismo» bien entendido.

 

El inglés y el alemán mirarían al español con extrañeza y se alejarían charlando sobre cómo se elaboran las falsas creencias y las formas de falsa conciencia. Ambos convendrían en que la teología es un instrumento de la política (para el hijo del párroco anglicano) o, como preferiría decir el hijo del pastor protestante, que  el culto adquiere sentido como procedimiento político; pero, muy temperamentales, empezarían muy pronto a discutir  al descubrir que Thomas arrugaría el gesto al oír decir a Friedrich que la religión brota de la misma fuente que el arte.

 

Así que Nietzsche abandonando al materialista mecanicista se volvería hacia Zubiri, al descubrir la inclinación de este por las lenguas muertas y empezarían una animada charla filológica. Y el donostiarra bien rasurado aguzaría su fino oído al escuchar al del tremendo bigote que lo grandioso de la civilización griega estribó en que los hombres supieron dotarse a sí mismos de valores que estaban reservados para los dioses. Claro, le respondería: «el hombre es una manera finita de ser Dios», con lo que Friedrich pondría, él ahora, una cara contrariada, momento que aprovecharía Hobbes para ganarse a Xavier y vengarse de aquel arrogante ateo.

 

El inglés y el español comenzarían una animada revisión de sus sistemas, coincidiendo en que son tres las realidades que interesan: el hombre («de homine»), las cosas («de corpore») y una tercera que damos por sobrentendida (y mientras Thomas pensaría en el Estado, Xavier evidentemente pondría en ese lugar a Dios). Y cuando ambos se hubieran intercambiado mutuamente el «De homine» (1658) y el «Sobre el hombre» (1986), solo distantes en tres siglos, irrumpiría, a no dudarlo, Nietzsche, aprovechando estos puntos de coincidencia, y regalaría a Zubiri su «Ecce homo» (su «cómo se llega a ser lo que se es»), ya que acaba de leer que Xavier defiende que «el hombre es una realidad que tiene que ir haciéndose» y que ninguno puede librarse  de experimentar a Dios como un problema, por lo que le opondría su autobiografía (su «Ecce homo») para que tomara nota de que Dios es una respuesta burda y que él da el ateísmo instintivamente por supuesto. 

 

Y después Nietzsche  le arrojaría  a Hobbes, a la cara, malhumorado, su «Humano, demasiado humano», indicándole que leyera su capítulo octavo (Una ojeada sobre el Estado).

 

Y mientras en los anaqueles discuten los tres filósofos, en una librería cualquiera tres pacíficos lectores, ignorantes los unos de los otros, van tomando, uno, el «Behemoth», otro los «Escritos filológicos» y un tercero «El hombre y Dios», porque cada cual quiere resolver mejor su propia duda: cómo nace en la modernidad la justificación del poder  absoluto, cómo nace en la antigüedad la civilización en la que estamos y cómo es que Dios es un problema necesario para el hombre.

 

Aunque, atención, una cuarta persona entra y se lleva los tres libros: es una adicta a la buena literatura de ensayo, por pura fruición, y está quizá también un poco intrigada por el cotejo que se hace de distintos textos paralelos de Zubiri, o quizá ha oído que el estudio preliminar que acompaña a la obra hobbesiana merece la pena o, pudiera ser, que estuviera fascinado con la esmerada edición de estas obras completas de Nietzsche. Es un lector, con toda seguridad, que tiene la suerte de no estar en el paro.

 

SSC

27 de junio de 2013

 

«Hobbes, Nietzsche y Zubiri. Conversación probable en un encuentro imposible». La Nueva España, Suplemento Cultura nº 1015, pág. 7,  Oviedo, jueves,  27 de junio de 2013.