Escritos literarios 46. Populismos

 

 

Populismos

                                                                      

¿Qué es el populismo? En una primera aproximación el término populismo se usa como «insulto, como arma arrojadiza en la lucha ideológica». Su significado, ni estable ni circunscrito, nos sitúa ante una expresión de baja calidad y de contenido empobrecido.

En una segunda fase, que completa la anterior, el populismo consistiría en la estrategia de apelar al «pueblo» ―como sujeto de poder― para ganar su apoyo, consenso o energía, con el fin oculto de engañarle, a través de falsas promesas, propaganda confusa, demagogia... Panem et circenses.Con este sentido peyorativo, que se entreteje con el insulto de partida,  se convierte en una acusación política. La calidad semántica sube, pero aún funciona sin criterios de aplicación claros, porque lo «demagógico» puede funcionar todavía como mero insulto.

En el juego que se establece entre la primera y la segunda fase de esta idea, el populismo sería «el nivel de engaño democrático que cada posición ideológica atribuye al contrincante», por lo que su sentido principal depende en exceso de la pragmática del lenguaje y serviría fundamentalmente para que quien ejerce esta crítica se autorretrate ideológicamente, señalando la separación entre lo democrático (nosotros) y lo populista (ellos), de manera que define sus propias posturas pero no, de momento, los hechos.

En una tercera aproximación, un politólogo, una periodista imparcial, una ciudadana sagaz, una historiadora de las ideologías, un filósofo... intentarán recuperar una denotación más objetiva de este concepto. De una u otra manera se dirigirán a las características independientes, más allá de la varia casuística de los usos escorados ideológicamente, si es que le queda algún campo semántico consistente.

La tarea de objetivación y de desideologización ―pues la ideología es buena como un imperativo de «mancharse las manos» pero no tanto como modo de pensar― buscará un criterio principal, que tendrá que ver con el marco de referencia en el que la falsa moneda populista se inscribe: la democracia. En este sentido, el populismo apuntaría a una manera de degeneración democrática y podría considerarse, entonces, heredero de la «Demagogia», como régimen de gobierno descrito por Aristóteles en la Grecia clásica o también de la «Behetría», en el sentido ―«territorio libre de leyes»― que Jovellanos atribuye al modo de gobierno de algunas circunscripciones medievales, en cuanto rompen la reciprocidad con los demás territorios que sí son «Estados de derecho».

Pero entendemos hoy por democracia un sistema de gobierno basado en la soberanía popular y en un conjunto de mecanismos de representación articulados a través de instituciones legítimas, entre las cuales también los derechos de expresión, agrupación y manifestación. Así pues, habrá que interpretar como «populista» cualquier informe de resultados o cualquier propuesta, tanto de los gobernantes como de las fuerzas políticas de la oposición, de los medios de comunicación como de la refriega ideológica general..., cuyas consecuencias confundan a la ciudadanía en el ejercicio de su poder. De esta manera, detectaremos el populismo en toda estrategia de ocultación, manipulación de datos, desinformación... así como en las falsas acusaciones, injurias y calumnias sobre la presunta falta de publicidad y transparencia. En suma, es populismo la propaganda política tergiversada, en cualquiera de sus maneras de manifestarse, entre las cuales: noticias deformadas, argumentos tu quoque ―«tú también»―, «falacia del francotirador» ―datos sueltos recompuestos artificiosamente―, la del «hombre de paja» ―argumentar desfigurando la tesis del adversario― y la ad hominem ―ir contra la persona en lugar de contra la idea de que se habla.

La solidez alcanzada aquí vuelve a conjugarse con los dos sentidos de partida ―insulto y denuncia― pero ahora los métodos argumentativos utilizados ―falsedad y juego sucio― se interpretan por su relación con el núcleo esencial: que «España es un Estado social y democrático de Derecho» y que «La soberanía nacional reside en el pueblo español».

Y es esta exigencia la que obliga a profundizar ―cuarta aproximación― en la idea de populismo en cuanto afecta a la materia democrática, porque perjudique por ejemplo: el funcionamiento efectivo del aparato de justicia y el cumplimiento de los contratos ―el programa electoral, la obligación de transparencia respecto a la deuda de un país...―, la justicia distributiva que exige reducir las diferencias extremas de riqueza y, para bajar al volcán de la cuestión social, el derecho al trabajo que, si fuera tal, obligaría a establecer un sistema ―distinto por su método según cada ideología, pero similar en su objetivo final― en el que cuando el mercado de trabajo genere paro asegure una protección para el desempleo sin limitación temporal ―contextuado este derecho, claro está, en su simétrico: el deber de trabajar―. Y si esto es inviable (como algunas ideologías defienden), entonces, si se pretende no hacer demagogia, debería defenderse otro modelo  alternativo a la democracia... Democracia formal, lo sabemos, pero que se ha comprometido con esos fines materiales casi por definición hoy fallidos.

Así las cosas, el populismo tiene que ver, además de con los demagogos y con la propaganda sectaria, con la falta «real» de democracia y se da no solo en su forma sonora sino también de manera sorda, manipulando la transparencia. Parece que el populismo solo podría ser relegado en un pueblo de «ciudadanos filósofos»: informados, autónomos y críticos.

Pero ese ciudadano filósofo sabe que después de haberse librado del partidismo para poder juzgar con claridad, acto seguido habrá de volver a «mancharse las manos» y a defender ideológicamente un determinado método de construir la democracia. Y en ese ejercicio, al blandirse de nuevo las espadas, las sombras del populismo vuelven de nuevo a renacer, hay que tenerlo previsto.

Malo será, siempre, un Estado gobernado por sombras.

                                                                                 

 Silverio Sánchez Corredera,                                                                                 

 Doctor en Filosofía

 

5 de marzo de 2015

 

 

Publicado en: «La Nueva España, Tribuna, pág. 32, Oviedo, jueves,  5 de marzo de 2015». 

 

Etiquetas: Populismo. Ideología. Demagogia. Behetría. Aristóteles. Jovellanos. Democracia. Democracia formal. Democracia material.