Comentarios a las tesis de Gilles Lipovetsky

 

Gilles Lipovetsky

El crepúsculo del deber. La ética indolora de los nuevos tiempos democráticos

Anagrama, 1994 y 2005

 

 

Suponga el lector que justo ha terminado la lectura de un libro y que alguien le

preguntara con interés qué tal está. Eso fue lo que me ocurrió a mí, al acabar la lectura de El crepúsculo del deber, de Gilles Lipovetsky. Iba en el autobús y en la parada de la Plaza San Miguel, mi compañera de trabajo no se había sentado del todo a mi lado cuando me saludó con un «qué lees, qué tal está».

 

En décimas de segundo (todo hay que hacerlo muy rápido, para sobrevivir; casi

todo) recordé que tenía diez minutos de trayecto. Traté de aclararme antes por dónde empezaba y ensayé una respuesta breve. En las mismas décimas de segundo pensé también que un usuario de autobús debía sobre todas las cosas ser claro. Y entonces, empecé a hablar:

 

-Es de un sociólogo francés, metido a filósofo, en el título condensa ya toda su

tesis: El crepúsculo del deber. La ética indolora de los nuevos tiempos democráticos. (Observé que se fijaba en la editorial: Anagrama, 1994 y 2005, aunque el original Le crépuscule du devoir es de 1992). Suministra muchos datos y apuntes llamativos o curiosos, dentro de hablar de lo que todo el mundo en cierta forma ya sabe...

 

- Reflexiones y datos llamativos, eso no está mal...

 

-Sí (y empecé a ojear mis subrayados), ¡mira!, dice:

 

- Que «7 franceses de cada 10 consideran normal hablar de intimidad sexual en la televisión, pero el mismo número se niega categóricamente a hacerlo cuando se trata de ellos mismos».

 

- Que «los chicos de 13 a 17 años colocaban en primer lugar la necesidad de trabajar bien para tener un buen oficio (75 %) mientras que el respeto de los principios morales sólo se citaba una vez de cada cuatro».

 

- Que «el respeto a los bienes económicos del prójimo retrocede, pero la hostilidad a los delitos de sangre contra las personas es globalmente más fuerte».

 

- Que «en 1989 el 43 % de la población norteamericana podía definirse como

cínica».

 

- Que «en 1981 el 40 % de los europeos declaraba no estar dispuesto a luchar por su país, sólo el 5 % afirmaba que estaba dispuesto a sacrificarse por él»

- Que «un obrero japonés está como media en movimiento 57 segundos, frente a los 45 de los norteamericanos», y que «contra la tasa de absentismo en Japón de sólo el 0,05 % en 1985, en Estados unidos y la R.F.A. era del 4%, del 4,5 % en Gran Bretaña, del 9,2 % en Francia y del 13 % en Suecia -ahora se registra ya el 20 %-».

 

Dudé un instante si estaría metiendo ya demasiada metralla que sonara al ruido de la lluvia al repiquetear el cristal, pero en vista de que parecía prestar toda su

atención, seguí leyendo como un poseso:

 

- Que «en 1991 los salarios de los altos dirigentes eran 110 veces más que la de los empleados de base en Estados Unidos, 23 veces en la R.F.A. y 17 en Japón».

- Que «La era posmoralista debilita globalmente los deberes, pero amplía el espíritu de responsabilidad hacia los hijos; por eso los reproches hacia los padres no dejan de multiplicarse». (Me miró rápidamente para preguntarme por la «era posmoralista» pero sin verbalizarlo, entonces seguí con los datos, prometiéndome aclarárselo más tarde).

 

- Que «estamos ante una cultura que reduce los deberes y consagra los derechos»; que «la reafirmación ética de nuestro tiempo es una ética sin ciudadano». (Adrede quise producir el efecto de caer por una catarata -de palabras-): que «ya no creemos en ninguna utopía histórica», que «el periodismo del futuro debería reclamar una ética spinozista, intelectualista, para contener los excesos de la lógica que marca la audiencia y el sensacionalismo», y que «el eclipse de la moral individual coincide con un egotropismo de masas obsesionado con la forma y la línea, ávido de deporte y de alimentación biológica... de regímenes dietéticos y de productos light ». (Estaba claro que lo de la «ética spinozista» quedaba solucionado, para empezar, con lo dicho a continuación: «intelectualista», y que lo del «e gotropìsmo de masas» venía a esclarecerse con lo de la obsesión por la forma y la línea, el deporte, la alimentación biológica; y los puntos suspensivos eran definitivos. De todos modos convendría recordar esa palabra -«egotropismo», por si acaso).

 

(Empezaba a estar algo estresado, mientras que a la vez trataba de disimularlo,

porque ya habían pasado cinco minutos y quedaba bastante por decir, para hacerse una idea mínimamente justa del libro).

 

-Veo que trata de muy variados temas, aunque me ha parecido que...

 

-Sí, da un repaso a múltiples problemáticas actuales sobre la moral pública y la

privada, como Lipovetsky gusta discriminar. Habla de la eutanasia, del transexualismo, del nuevo orden amoroso, de la pasión por el deporte y de la fiebre higienista, de la importancia del trabajo, de los comportamientos morales de masas como la beneficencia mediática o como la participación del voluntariado en el asociacionismo (ONG, etc.), del valor de la familia, del Estado, del ecologismo, de los problemas bioéticos, de la ética empresarial... (el conductor dio un frenazo que nos dejó a todos helados), (proseguí), bueno, y todos estos temas y alguno más los evalúa continuamente, en el sentido de si van de peor a mejor o viceversa...

 

-¿Entonces es más bien pesimista?, por lo que me ha parecido...

 

-¡Bueno!, no lo deja bien claro. Hay páginas pintadas de negro y otras de blanco.

Desarrolla lo que empecé a llamar, en mi fuero clasificatorio, razonamiento paradójico; es decir, va viendo los pliegues de los problemas y encuentra siempre al lado de lo que va a peor otros elementos que mejoran... este pensamiento complejo es una buena estrategia pero la verdad es que la línea de demarcación no queda clara conceptualmente... detrás de la mención de casos no se ve bien qué se está transformando en nuestra sociedad, o mejor, sí, sí trata de decir qué se transforma, y es precisamente a lo que alude en el tema del título, es decir a que el deber, el gran deber del que había hablado Kant, está dejando de funcionar como motor de la moralidad y en su lugar aparece una serie de valores ligados más bien a los derechos individuales...

 

-Eso suena bastante claro y acertado... atinado verdaderamente. (Debía estar muy convencida, si utilizaba esa palabra: «atinado»).

 

-¿Qué quieres que te diga?, necesitaríamos otros tres encuentros en el autobús para poder...

 

-¡Bueno, venga, intenta resumir, a ver si ahora no me voy a aclarar...! Plantea tu

propio título contra el título de Lipovetsky, que es, parece, lo que más te molesta.

 

-No hay ningún crepúsculo del deber entre las morales efectivas de antes de la

posmodernidad y de después (donde se sitúa nuestro autor). En todo caso lo hay sólo al nivel de las teorías, del imaginario mediático... pero la gente sigue teniendo deberes y creyendo en ellos, aunque sean otros. Lo que hay es una oscilación histórica y una relación dialéctica de varios componentes, desde siempre, desde los griegos, en la que por momentos se insiste más en la felicidad, en ocasiones en el deber o... Pero las gentes siguen teniendo deberes y buscando la felicidad, mientras tanto. Lo que quiero decir es que la oscilación entre el deber y la felicidad no es de antesdeayer, es algo más vieja…

 

-¿Uhmmmm?

 

-El libro tiene muchas virtudes, pero su contribución teórica es baja, porque aporta más confusión que otra cosa, señala una aparente claridad enfatizada con frases altisonantes –que no quedan teóricamente bien justificadas-, con garra literaria pero con liviandad conceptual: «fin de la era moderna», «crepúsculo del deber», «ética indolora», «retorno de la moral»... en fin, trucos conceptuales (a no ser que se expliquen bien).

 

-Pero, creo que Lipovetsky tiene razón, porque...

 

-Ya te dije que necesitábamos más viajes de autobús (le decía mientras apretaba el pulsador de solicitud de parada). Las ideas sueltas que maneja son la mayoría muy salvables, lo que no me convence es la teoría general que deja caer de soslayo, sin suficiente justificación. Tiene una idea muy confusa de la diferencia entre ética y moral y se ve que no ha leído nada al respecto de la teoría del materialismo filosófico; quizás no sepa español (supe que ella tampoco sabía de qué estaba hablando, y el que ella sí supiera hablar español, en contraste con el galo, podía sonar a insulto. Me disculpé con cierto gesto imperceptible que hice, como queriendo decir: «ya sé que nadie puede estar

informado de todo». Creo que me entendió, por la sonrisa…). (Yo seguía, mientras se acercaba la parada):

 

- En lugar del crepúsculo del deber debería decir que la moral uniforme y dogmática de carácter religioso estaba en retroceso desde hacía dos siglos y que había valores que iban al alza y otros a la baja…, ¡pero no!, conecta y generaliza esta idea de modo confuso, lo mezcla con el hecho de que haya costumbres que suban y otras que bajan, y pretende establecer que todos los valores regresivos vienen arrastrados por una desactivación del principio del deber. Aunque suene bien, porque algo hay de ello, (ya estábamos caminando por la calle), no se puede sustraer el concepto de deber y pretender seguir hablando de ética o de moral, porque, ¿cómo es eso?. Creo que pretende resolver un problema difícil y de muchos pliegues con una receta facturada para ser vendida. Lo que hay que explicar es cómo pasa a operar en cada momento el deber y cómo pasa a concebirse. No se puede decir que el deber ya no importa en las relaciones ético-morales, porque entonces se está hablando de otras relaciones, por ejemplo de relaciones interindividuales infra-éticas, etológicas, y eso no es de ahora sino de siempre... El concepto de deber es constitutivo a la realidad ético-moral y Lipovetsky parece defender que hay posibilidad de dos éticas: con y sin deber. Porque tampoco ha querido afirmar que la humanidad haya ido a peor, que haya degenerado, porque justamente muestra que en muchos aspectos ha ido a mejor...

 

-Con tanta moral, casi nos atropellan...

 

-Sí y además no he podido aclararme lo suficiente. Seguimos en otra ocasión... ¿A qué hora empiezas mañana? (Y entramos a trabajar, a la hora, dentro del 50 % de los que según Lipovetsky casi siempre llegan bien).

 

 

SSC

22 de diciembre de 2005

 

 

Publicado en: «¿Es la humanidad moralmente mejor? Comentarios sobre Gilles Lipovetsky», La Nueva España, Suplemento Cultura nº 707, pág. VIII,  El Milenio, Oviedo, jueves, 22 de diciembre de 2005.

 

Este artículo fue publicado después, prácticamente idéntico (sólo ha sufrido algunos retoques y pequeños añadidos), en Eikasía, nº 8, enero 2007.

 

Eikasia. Revista de Filosofía, II 8 (enero 2007):

http://www.revistadefilosofia.com/20Comentarios.pdf

 

 

   

 

LIPOVETSKY 2