La filosofía de Cioran o el subjetivismo lírico

 

El escritor rumano poeta de las profundidades existenciales, filósofo estepario y adicto al nihilismo social

 

 

En las cimas de la desesperación

Emil Cioran

Traducción de Rafael Panizo. Tusquets Editores, Barcelona, 2020, 224 páginas

 

 

Emil Cioran (1911-1995) pertenece a esa generación de creadores rumanos con un aire de familia y de época identificables, los Virgil Gheorghiu (1916-1992), Ionesco (1909-1994), Mircea Eliade (1907-1986), Tristan Tzara (1896-1963)... Las concepciones políticas, las ideas estéticas y la moral convencional parecen sufrir una convulsión en manos de estos escritores.

 

Por la misma época estaba conmoviendo los cimientos del saber la mecánica cuántica frente a la física newtoniana o la crisis filosófica de principios del siglo XX, de Husserl y compañía, respecto de la filosofía clásica anterior.

 

Una personalidad aceradamente crítica, pesimista y lúcida rezuma de los escritos de Cioran. Seguramente una respuesta a la conmoción propia de la época: pandemia de gripe de 1918-1920, crisis económica, guerras mundiales, holocausto asesino, obligada elección (aparentemente) entre liberalismo/comunismo/fascismo. Su sensibilidad rebelde obedecería, entonces, a una inversión de la moral uniformada tradicional.

 

Pero no solo están influyendo en Cioran esos aires de época, es también algo más corpóreo: su insomnio y un profundo malestar físico que parece conllevar habitualmente a cuestas. Así lo deja consignado en esta su primera obra de juventud, de 1933, escrita en rumano —a partir de 1949 escribirá en francés—, que ahora se reedita.

 

A pesar de ser el escrito de un joven veinteañero, su prosa nos llega cargada de una cierta madurez. ¿Cómo es eso posible? ¿Sería quizá que se puede alcanzar, como un espeleólogo, las simas interiores donde brota lo poético —sin grandes aprendizajes— y, desde ahí, articular una teoría cósmico-estética existencial, basada en la propia experiencia? Eso parece. Y así, vemos en Cioran, por doquier, las frases relámpagos y el encadenamiento de certezas aforísticas que estructuran un tipo curioso de argumento. Es la asertividad de las apercepciones subjetivas, inexistentes las verdades objetivas —pues la verdad es un concepto banal—. Innecesario buscar el fundamento de la ciencia o el rigor de una tradición filosófica fiable y ni tan siquiera la simple aspiración metafísica a un fin trascendente o a algún tipo de sentido justificador. Porque su propia existencia desdichada le lleva a negar la validez de la existencia de los otros, y la de la historia entera y, en última instancia, le vemos convertir a la especie humana en un enjambre de animales defectuosos.

 

Con tanto escepticismo, con tanto nihilismo, con tanto principio asocial, ¿cabe esperar que aporte algo interesante más allá de conocer la conjugación de algunas fantasías con obsesiones y con la patología del dolor? Y en definitiva ¿por qué tiene admiradores este autor de la negatividad y del abismo?

 

El valor de este sublime subjetivismo tiene que ver, desde luego, con su intrínseco valor poético como expresión de una desesperanza que siendo individual tiene resonancia universal. Pero además accedemos a una especie de radiografía del alma humana —si se prefiere: del cuerpo interno—, donde la relación entre el nivel “lírico” y el simbólico se produce. El lirismo poético late allí donde se produce el “sentido” de lo humano.  Sentido germinal presentado con palabras que el poeta modela muy bien desde instancias protoconceptuales. Palabras como “entusiasmo” o “gracia” o “ingenuidad” pero también “tristeza” o “sufrimiento”. Este lirismo no tiene otra salida, como escrito reflexivo que es, que fluir hacia el nivel simbólico para tratar de expresar y de comprender con ideas la finalidad de lo que está sucediendo en el interior protoconceptual. Pero en la vivencia concreta de Cioran este circuito entre lo poético y lo eidético parece obturarse y no querer salir al exterior. El exterior es lo repugnante. De este modo, se abandona el verdadero sentido final: la relación humana, con sus necesarias simetrías y transitividades. Y de ahí que, recluido en su propia subjetividad, acabe en una patología existencial, que sufre “en las cimas de la desesperación”.

 

Y todo esto permite al lector, si no intercambiar sentimientos comunes, sí, comprender filosóficamente ciertos circuitos del espíritu —si se prefiere: de resortes materiales trascendentales— que se hinchan y potencian en exceso, alimentando una vida espiritual “pura”, con un sobrante de energía que apenas se canaliza  intersubjetivamente, porque las experiencias compartidas a pie de calle se viven en esencia como obligadas y vacuas, y le gustaría, si pudiera, no bajar a la cruda, prosaica y práctica realidad donde se cuecen las habas.

 

“Todo lo que va hacia el exterior, o procede de él, no es más que un murmullo monótono y lejano, incapaz de despertar el interés o la curiosidad”, nos dice, como en una amonestación, nuestro filósofo lírico estepario. Las preocupaciones a ras de tierra son despreciables y todo lo que las acompaña son futilidades. A disgusto con la condición humana, solo se queda con su propia música interior. El resto de su obra hasta su muerte parece haber profundizado en el mismo sentido.

 

Fernando Savater, traductor y buen conocedor de su obra (Ensayo sobre Cioran, 1974), además de amigo personal, es uno de los más potentes divulgadores en España de su obra, y puede ser tomado de algún modo como su discípulo, a juzgar por sus publicaciones de juventud, en busca de la literatura y libre del espíritu de sistema.

 

A veces los filósofos se ven impelidos a elegir entre la ciencia y la poesía. Unos —Cioran, Savater, Unamuno— prefieren una filosofía mundana hecha al calor de la literatura. Otros —Carnap, Popper, Moulines— eligen una filosofía más concienzuda elaborada con trozos de ciencia. Hay también quienes no aceptan esta disyunción exclusiva, como Husserl, Merleau-Ponty, Bueno, Urbina

 

«La filosofía de Cioran o el subjetivismo lírico»,  Cultura, Suplemento de La Nueva España, nº 1307, jueves 14 de mayo de 2020, página 1.

 

https://afondo.lne.es/cultura/la-filosofia-de-cioran-o-el-subjetivismo-lirico.html

 

En El Día. La Opinión de Tenerife  (22 de mayo de 2020)

 

En Levante. El Mercantil Valenciano  (13 de junio de 2020)

 

Emil Cioran: En las cimas de la desesperación. Traducción de Rafael Panizo. Tusquets Editores, Barcelona, 2020, 224 páginas.

 

 

 

 

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