Schopenhauer y la utilidad de saber engañar

 

Cuando prescindimos de la verdad, porque no nos interesa, y aún cabe “tener razón”

 

El arte de tener razón. Expuesto en 38 estratagemas

Arthur Schopenhauer

Acantilado, 2023, 176 páginas

 

Arthur Schopenhauer (1788-1860) es un autor de genio temprano. Su obra principal, “El mundo como voluntad y representación” se publica en 1818, cuando tiene treinta años. Está tan seguro de haber elaborado algo tan excelso que no llega a entender por qué la resonancia es prácticamente nula. Por contraste, su madre, Johanna Schopenhauer, sí está alcanzando la fama como escritora de novelas. En el mundo de la filosofía, donde quiere entrar, los focos se dirigen en Alemania hacia Hegel, cuya aula se abarrota, mientras que las del profesor principiante —tan seguro de sí mismo, con su nuevo sistema del mundo—  apenas si cuenta con unos pocos estudiantes. Acabará adquiriendo la celebridad buscada en su última década de vida, pero la vía que le ha llevado hasta ahí no ha sido directamente su sistema metafísico sino su habilidad para los aforismos que hablan sobre el arte de saber vivir o sobre el arte de tener razón. Y en la cresta de esta ola de fama, finalmente, próximo a su muerte, verá reconocida la importancia de su sistema, de raigambre voluntarista frente al racionalismo idealista hegeliano.

La voluntad infinita —que se manifiesta en todos los fenómenos de la naturaleza desde la gravitación hasta las motivaciones de la voluntad humana— envuelve y explica el mundo tal y como nos lo representamos (deficientemente), y, ante una vida que consiste fundamentalmente en sufrir, Schopenhauer se inspira en los místicos cristianos y el budismo, que han descubierto la negación de la voluntad de vivir. La mejor liberación del sufrimiento casi sería la del suicida, pero este actúa por desesperación y se deja esclavizar por su voluntad, así que la solución idónea nos la da el artista y el asceta. El artista es capaz de salir de la cadena de las necesidades corrientes, a través de su forma de conocer libre y desinteresada. Y el asceta aprende a descansar en lo más parecido a la nada. Puesto que no hay un Dios personal ni tampoco puede defenderse —como pretenden los panteístas— un mundo divinizado, la esperanza consistirá, paradójicamente, en la negación de la voluntad de vivir. De ahí, su filosofía irracionalista y su famoso pesimismo metafísico: estamos en “el peor de los mundos posibles”, la conclusión contraria a la que llegó la Teodicea de Leibniz cuando este quiso justificar el mal en el mundo.

De sensibilidad irritable y muy crítico con la humana condición, Schopenhauer dedica en “El arte de tener razón” un estudio a los resortes que llevan al hombre no a preferir conocer la verdad objetiva, sino a la satisfacción subjetiva de tener razón. La mayor parte del material lo toma directamente de Aristóteles, de sus argumentos sofísticos, aquellos que, frente a los silogismos verdaderos, o son manifiestamente falsos o no pueden simplemente demostrar la verdad. Pero el filósofo de Danzig cree que el filósofo peripatético se quedó corto en los análisis y de ahí que se aplique a una especie de sistematización de las formas de engañar, recogidas en 38 estratagemas. 

El libro, presentado por Luis Fernando Moreno Claros —uno de los mejores comentadores de la obra y biografía del alemán—, reúne, junto al opúsculo principal, unos fragmentos tomados de Parerga y Paralipómena (o sea, «Sobras y textos complementarios» en el conjunto de su sistema). Al contrastar ambos textos podemos ver que en el primero se entrega abiertamente al arte de engañar (per fas et per nefas),  afirmando o negando a conveniencia, mientras que en el segundo, renegando de su actitud anterior, se tratará de volverse consciente de los engaños con el fin de reivindicar la verdad. Así que el libro que reseñamos puede ser leído tanto por un sofista (para engañar) como por un filósofo.

Los presupuestos en los que Schopenhauer se halla son los de una voluntad que sabe ponerse máscaras para llevar a la inteligencia a donde desee. El intelecto es insuficiente y la naturaleza humana perversa. A ello ayuda que la incertidumbre de la verdad es muy honda. Así, una amplia multiplicidad de trampas argumentales están disponibles e incluyen la ocultación, la exageración, la irritación del adversario, las ambigüedades, las sutilezas vanas, las generalizaciones inadecuadas… junto a la petición de principio, el argumento contra la persona (ad hominem), el basado en la autoridad (ad verecundiam), el tú también (tu quoque) o el simple cambiar el asunto principal por otro subsidiario (mutatio controversiae)…

Un libro que nos pone ante un clima de discusiones erísticas típicas del siglo XIX (y de los tiempos de Aristóteles), pero que evidentemente no son ya de nuestra época. ¿Quién en un acalorado debate ideológico iba a atreverse hoy —acostumbrados a las cámaras y a la reproducción libre de lo grabado— a utilizar golpes bajos, manoseo sofístico y todo tipo de desviaciones de la verdad? Sería como cavarse su propia tumba política. El pesimista Schopenhauer nunca habría adivinado que el espíritu crítico ciudadano generalizado iba a hacer inútil cualquier arte de saber mentir.

 Silverio Sánchez Corredera

 

 

«Schopenhauer y la utilidad de saber engañar», Cultura, Suplemento de La Nueva España, nº 1431, jueves 27 de abril de 2023, página 7.

 [Sobre El arte de tener razón. Expuesto en 38 estratagemas, de Arthur Schopenhauer, Acantilado, 2023, 176 páginas]

En La Nueva España

https://www.lne.es/cultura/2023/04/27/schopenhauer-utilidad-enganar-86589197.html 

 

 

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