Geopolítica y egos absolutos
Timothy Snyder bucea en los últimos años de la historia europea y encuentra a Rusia y a Estados Unidos, juntos, pugnando contra ella.
El camino hacia la no libertad
Timothy Snyder
Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia. Galaxia Gutenber, 368 pág.
Timothy Snyder escribe El camino hacia la no libertad, un tratado sobre geopolítica histórica, pero en realidad puede leerse como una novela, casi de ciencia ficción. ¿Por qué lo digo? Porque hay dos personajes, dos egos absolutos, que desde su personalidad y sus intereses personales modelan los destinos del mundo. Se trata de Vladimir Putin y de Donald Trump. Y aunque escrito hace unos pocos años se tiene la impresión de que habla del rabioso presente o, cuando menos, que lo estaba anunciando.
El escenario se eleva entre 2010 y 2017 y desde ahí varias líneas de fuerza recorren el siglo XX e incluso retroceden al inicio de la Edad Contemporánea. El centro de gravedad se sitúa en la guerra de Ucrania en 2014, con la anexión de Crimea y el control del Dombass.
¿Qué tienen que ver dos personajes tan antagónicos? —pues están mortalmente enfrentados—, ¿qué tienen que compartir? Tanto el nuevo despiadado Sheriff mundial como el genocida Zar de todas las Rusias comparten un mismo poder político desbocado: el acceso a la jefatura del Estado rompió en ambos casos con los engranajes democráticos, el zar de la cleptocracia rusa (así califica Snyder el régimen ruso: cleptocracia) por su control absoluto de los resortes plebiscitarios, y el populista americano porque absolutamente todos los medios quedan justificados por sus fines personales. ¿En una democracia tan reputada? En una democracia como el imperio armamentístico mundial basta con que coincidan los negocios propios con el interés de los negocios de tu Gran nación. Nuestro historiador estadounidense mantiene la tesis de que la “guerra de información” la está ganando Putin, no solo en su tablero euroasiático, sino también en Estados Unidos, por el control cibernético en la difusión de hechos ficticios y por la negación de evidencias —por distorsión o por el descarado repiqueteo de mantras tóxicos—.
En 2016 Trump llegaría a asegurar: «Putin no va a entrar en Ucrania, pueden estar seguros». Desde 2014 ya había invadido Crimea y echado los tentáculos en el Dombass. Se trataba de defender la “inocencia rusa”.
¿Cómo se cocina todo esto? Ambos magnates habían puesto a trabajar a sus respectivos equipos negociadores, y de este modo Trump se libró de la ruina empresarial que le amenazaba y Putin pudo retorcer cómodamente las elecciones americanas. Sin el ruso, Trump no hubiera ganado las elecciones americanas, eso afirma Snyder.
Más que un serio estudio histórico, parecerían puros posicionamientos ideológicos. Sin embargo, las principales tesis quedan avaladas en las 73 páginas finales de notas donde se aportan las fuentes y las pruebas. Y el argumento principal —siempre discutible o matizable— se estructura geopolíticamente y en la perspectiva de una determinada filosofía de la historia. A Estados Unidos le interesa que Rusia se afiance y que frene, de este modo, a China. Y a Rusia le interesa que América sea gobernada por Trump. El objetivo común en el que coinciden es jubilar de la historia a Europa. Sin principio de sucesividad legítima en la Federación rusa, la legitimidad interior puede conseguirse de manera indirecta: desestabilizando la democracia en Europa, y su misma frágil unión. Demostrando que la democracia es un error. Además, los estándares de los derechos humanos son estúpidos obstáculos para ambos. Engranados los intereses geopolíticos comunes, engrasar el funcionamiento de la maquinaria de las nuevas tiranías viene dado por una ideología muy próxima y hasta común. El profesor de Yale lo denomina esquizofascismo: los verdaderos fascistas llamándoselo a sus adversarios. ¿Por qué toda la ultraderecha internacional, a pesar de las diferencias entre ellos en función de sus respectivos nacionalismos, se alinea cómodamente ya con Trump ya con Putin?
Y el historiador, autor junto con Tony Judt de “Pensar el siglo XX”, aporta la prueba de largo trasfondo temporal: Trump con su America First apela a una consigna supremacista de principios del siglo XX y, por su parte, Putin busca prestigiar sus decisiones en una filosofía política determinada, la representada en el Club de Izborsk, en el euroasianismo de Gumiliov (de Lisboa a Vladivostok bajo el imperio ruso) y en el nazismo euroasiático de Dugin. ¿Con qué presupuestos filosóficos? Los del filósofo ruso de principios del siglo XX, Iván Ilyin, ideólogo que promovió, para la Rusia zarista y contra la revolución de los soviets, un totalitarismo basado en principios cristiano ortodoxos. Putin se encargará de rehabilitar a Ilyin y de convertirlo en profeta nacional.
Al lado de los objetivos nacionalistas, oligárquicos y belicistas comunes, el otro gran objetivo consiste en destruir Europa: no solo los valores secularmente construidos que ella representa sino además su intento de unión de naciones como nuevo modelo político.
«Geopolítica y egos absolutos», La Nueva España, Cultura, Suplemento de La Nueva España, nº 1510, 20 de marzo, 2025, p. 2.
[Reseña de El camino hacia la no libertad, de Timothy Snyder, Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia. Galaxia Gutenber, 368 páginas, 23,65 €]
https://www.lne.es/cultura/2025/03/20/geopolitica-egos-absolutos-115483060.html