Dos siglos de jovellanismo: 1811-2011

 

 

 

Una versión similar: «Historia del jovellanismo, 1811-2011»,

en La luz de Jovellanos, Catálogo de la Exposición

Conmemorativa del bicentenario de la muerte de

Gaspar Melchor de Jovellanos (1811-2011),

Sociedad Estatal de Acción cultural, 2011

 

I. Inicio de la historia del  jovellanismo

 

Una enfermedad pulmonar sorprende a Jovellanos en la inclemencia de la huida del acoso napoleónico y pone término a su vida prematuramente a los 67 años, en noviembre de 1811.

 

Un primer jovellanismo se conforma mientras vive. Tras éste,  una cadena de transformaciones llegará a nosotros. En la historia de España de los siglos XIX y XX no observamos reverberar una figura unánime de Jovellanos, sino múltiples, dispares y hasta enfrentadas. ¿Qué ha sucedido en estos doscientos años de jovellanismo?

 

La imagen de nuestro consejero de Estado había alcanzado un enorme relieve en toda España desde los años ochenta y noventa del siglo XVIII. Con su muerte prematura, la labor que había impulsado mientras que fue miembro de la Junta Central no puede verla culminada: no llega a conocer el texto definitivo de la Constitución de  las Cortes de Cádiz.

 

De una obra ingente escrita, sólo una mínima parte se hallaba publicada. Sus grandes líneas de pensamiento eran bien conocidas, porque el Informe sobre la Ley Agraria, algunos artículos con pseudónimo de El Censor, su línea reformista como juez, consejero de Órdenes y efímero ministro de Gracia y Justicia, sus desvelos por el Real Instituto Asturiano, sus discursos e ideas en el seno de las instituciones de que formaba parte... eran conocidos por bastantes, mientras que entre septiembre y diciembre de 1811 sale a la luz su Memoria en defensa de la Junta Central.

 

Bajo seudónimo de Jovino, un grupo de poetas, artistas e intelectuales le habían adoptado como maestro: Meléndez, Goya, Moratín, Vargas Ponce, Quintana, Ceán, González de Posada, Antillón... Sin embargo, el detalle de su pensamiento, los recovecos de sus ideas, el conjunto de los temas que dominaba no eran conocidos sino por muy pocos que pudieron tratarlo de cerca. Su obra permanecía dispersa en el diario, miles de cartas, cientos de informes archivados en las academias de la historia, de la lengua, de bellas artes... en la Sociedad Económica Matritense y en el Consejo de Castilla; múltiples discursos y extensas redacciones como la Memoria sobre la educación pública o las Memorias histórico-artísticas de arquitectura: nada de todo ello publicado.

 

En suma, Jovellanos era conocido genéricamente por todos los españoles pero sólo aceptablemente bien conocido por unos pocos afines y próximos. Tras su muerte, las tres biografías que pronto aparecen (de Antillón, Posada y Ceán) dan una idea de la imagen que proyectaba y dejaba. Sus ideas económicas y de reforma de la enseñanza tendrán una impronta trascendente en el reformismo liberal de las décadas inmediatas. Pero sin una obra bien publicada y, en consecuencia, desconocida en sus detalles precisos, la figura de Jovino empezará a adquirir pasadas unas décadas unos contornos que no le pertenecen del todo a él sino que son más bien el reflejo de los problemas de la dramática historia reciente de España. De este modo, Jovellanos pasa a ser, en la historia del jovellanismo, el espejo de los problemas políticos e ideológicos de nuestro país. Cuando recorremos la historia del jovellanismo no podemos apartarnos un ápice de la misma historia política española de los siglos XIX y XX.

 

II. Seis jovellanismos: seis Jovellanos distintos

           

En la historia contemporánea de España han ido apareciendo seis «Jovellanos» distintos, más algunas variantes o subtipos. El nuevo no desplaza al antiguo sino que viene a sumarse a la figura poliédrica en formación.

 

II.1. El jovellanismo ilustrado

           

El primer jovellanismo es el ilustrado, pero Jovellanos no fue sólo un ilustrado. Es éste el jovellanismo que coincide prácticamente con su biografía. No es un jovellanismo falso, al contrario, pero sí incompleto. Podemos fecharlo entre 1767 y 1811: entre su primer escrito conocido y su muerte.

 

II.2. El jovellanismo liberal

 

El segundo jovellanismo es el liberal. En sus últimos años de vida, sobre todo, participa del movimiento reformista que quiere transformar el absolutismo del Antiguo Régimen y que acabará solidificando en el llamado liberalismo español. Pero el protoliberalismo de Jovellanos no coincide exactamente con ninguna de las formulaciones posteriores de los jóvenes liberales ni con su conjunto, porque tiene tesis propias. El liberal no sería un jovellanismo falso aunque sí modificado. Hay que decir que los liberales de las tres primeras décadas del siglo XIX fueron respetuosos y conscientes tanto de lo que les unía como de lo que les separaba de Jovellanos. Podemos fecharlo entre 1811 y 1857. Después de este periodo continuarán los partidarios del jovellanismo ilustrado y del liberal, pero mezclado ya y en pugna con los siguientes.

 

II.3. El jovellanismo neocatólico

 

El tercer jovellanismo es el neocatólico. A mediados del siglo XIX la derecha española se ha consolidado políticamente (lo estaba ya décadas atrás moralmente, es decir, como moral hegemónica) y se presenta constituida en partido político enfrentado a los liberales y a los demócratas. Los matices y singularidades del pensamiento de Jovellanos son utilizados por esta derecha para mostrar que «en realidad, Jovellanos era uno de los nuestros». Sin duda, los neocatólicos se acogen a aspectos aislados reinterpretados que tienen una parte de verdad, pero este jovellanismo empieza a ser falso porque afirma demasiado y porque sólo se sostiene ocultando o distorsionando elementos importantes. El argumento ideológico ha empezado a pesar más que la simple apariencia de los hechos históricos. Comprendería entre 1858 y 1888. Después de esa fecha continuará su pujanza pero ya no sólo habrá de lidiar con su oponente (el jovellanismo liberal) sino que habrá de entrar en franco enfrentamiento con el jovellanismo siguiente y será desplazado por él.

 

II.4. El  jovellanismo de Somoza

 

El cuarto jovellanismo es el que defenderá Julio Somoza, que tendrá múltiples seguidores y que, sobre todo, se impondrá sobre los demás anteriores: es el jovellanismo ético (o eticista) o somozista. Tras tres acaloradas décadas de enfrentamiento ideológico, en la segunda mitad del siglo XIX, entre irreconciliables jovellanistas y antijovellanistas, Somoza inicia una tarea de limpieza y recuperación de la memoria de Jovellanos, cuyo argumento más importante se apoyará en el valor de Jovellanos como persona, en su integridad ética, elevándolo a la categoría de santo laico. No es un Jovellanos falso, porque discurre paralelo a datos veraces, pero tiene que comparecer en el forcejeo ideológico construyendo una síntesis en la que algunas distorsiones de las tesis neocatólicas conseguirán imponer su inercia. Estamos en las décadas de entresiglos, entre 1888 y 1934.

 

II.5. El  jovellanismo de Caso

 

El quinto jovellanismo es el histórico-filológico, el que construye y llega a cuajar José Miguel Caso al lado de un amplísimo despliegue de investigadores, fundamentalmente provenientes de la Universidad, historiadores y filólogos. Jovellanismo que, en paralelo con el fenómeno Somoza, podríamos ahora llamar casista. Si el primer y segundo jovellanismo pueden ser sumados (jovellanismo ilustrado-liberal) y constituirse en primera tesis, el jovellanismo neocatólico resultó ser la antítesis, la negación de la perspectiva anterior. Vino el cuarto jovellanismo a poner orden y estableció una síntesis superadora, pero ordenó los problemas haciendo prevalecer la personalidad de Jovellanos sobre su obra. Así pues, si su pensamiento y su obra tenían algún peso debían ser estudiados en profundidad. Es ésta la tarea del quinto jovellanismo que empieza a aparecer a partir de la tercera década del siglo XX y que se prolonga hasta los años ochenta. Coincide prácticamente con el franquismo, pero las aportaciones novedosas y trascendentes no proceden de la ideología autocrática (porque éstas son rehenes del modelo neocatólico del siglo XIX) sino desde la labor de la investigación crítico histórica, la única que podía resolverse en una nueva síntesis superadora. El quinto jovellanismo es una continuación del cuarto pero elevado ahora a una categoría crítica superior. La obra de Jovellanos, fundamentalmente la del economista, político, literato y pedagogo va cobrando trascendencia histórica, más allá de la indudable importancia del «personaje Jovellanos». Extiende su radio de acción hegemónico entre 1935 y 1980; no hay que confundir este periodo con la labor jovellanista personal de Caso que arranca de 1957, tras veinte lentos años de despegue crítico de sus predecesores en esta etapa, y que se cierra en 1995.

 

II.6. El  jovellanismo actual

 

El sexto jovellanismo es el actual. Los cinco pretéritos jovellanismos siguen aún presentes, vivos, continuando su propia estela ideológica. Basta leer los distintos artículos de prensa actuales para percatarse de las diferentes genealogías. La cadencia histórica ha venido siendo de unos cuarenta y cinco años por etapa de promedio, y, como decimos, no desaparecen sino que se reterritorializan: al aparecer uno nuevo, éste no viene sino a desplazar a los anteriores y a recomponer el conjunto de fuerzas, siempre en medio de una confrontación de enfoques y estilos.

 

Es la misma madurez del jovellanismo histórico-filológico la que se introduce ella misma en esta última etapa. El estudio de la obra de Jovellanos desborda ya las clásicas facetas de literato, economista y político y se desarrollan y cuajan con similar fuerza las de pedagogo, jurista, historiador, esteta... hasta arrojar una imagen poliédrica que o bien corresponde a un polívoco publicista versado en múltiples y dispares campos no conexos o bien pertenece a un filósofo, es decir, a alguien en situación de integrar en un sistema coherente el conjunto de su pensamiento. Esto es lo que se debate, creo, en la época presente: si Jovellanos es un polígrafo o un filósofo. Si resultara ser un filósofo, es decir, si el conjunto de su pensamiento adquiriera un sentido, un orden y un sistema, entonces el sexto jovellanismo añadiría algo al anterior; si resultaran tener razón los que creen que es un publicista genial, tendríamos un jovellanismo más henchido que el anterior pero fundamentalmente similar y mejorado.

 

III. Algunos acontecimientos cruciales en el desarrollo de los seis jovellanismos

 

III.1. Acontecimientos cruciales del jovellanismo ilustrado (1767-1811)

 

El jovellanismo ilustrado resulta naturalmente de la propia biografía de Jovellanos. Primero tenemos un Gasparín (o Parín) viviendo en Asturias, desde donde viaja a Oviedo, Ávila y Alcalá para formarse en aquella inveterada tradición escolástica; luego un don Gaspar residiendo diez años en Sevilla; allí inicia sus primeros pasos ilustrados al lado de Olavide; después un lúcido consejero en Madrid, doce años, que entra en todas las academias y que se convierte en un reformador ilustrado con Carlos III; luego viene el comienzo de la caída y de la persecución hacia sus ideas, con Carlos IV y María Luisa, y queda relegado y «desterrado» en Asturias, pero en esa adversidad logra fundar uno de sus grandes objetivos ilustrados: el Instituto Asturiano. Renace como una idea imposible en el ministerio de Gracia y Justicia entre 1797-1798, tal como dejó plasmado gráficamente Goya en el famoso retrato de la tristeza impotente del Jovellanos ministro. La sorda y despiadada trama de la persecución hacia sus ideas reformistas le asesta finalmente el golpe definitivo y lo recluye en Mallorca durante siete largos años, pero lejos de anonadarlo Jovellanos responde con su ejemplar resistencia y con los hermosos escritos que allí compone. Agrandada su figura ante la opinión pública que empieza a ver en él a un héroe nacional, lo vemos en la Junta Central tratando de establecer un nuevo modelo de Estado frente al Antiguo Régimen, mientras se lucha con las tropas napoleónicas. Muere finalmente tratando de unir el proyecto ilustrado al naciente proyecto liberal, sin conocer su desenlace, pero siendo uno de sus principales protagonistas.

 

III.2. Acontecimientos cruciales del jovellanismo liberal (1811-1857)

 

Si Jovellanos hubiera escrito la Constitución de Cádiz algunas cuestiones de fondo serían distintas: en lugar del unicameralismo tendríamos el bicameralismo (al que se llegará, por cierto, unas décadas después) y el equilibrio de poderes entre el legislativo y el ejecutivo se hubiera matizado de otro modo. Pero, con todo, «La Pepa» fue obra de Jovellanos y de todos aquellos ilustrados reformadores que consiguieron conectar con los jóvenes liberales.

En el Decreto de 24 de enero de 1812 de las Cortes de Cádiz, la voz unánime de esa nueva legitimidad declara a Jovellanos «benemérito de la patria».

 

El jovellanismo liberal queda patente en el respetuoso reconocimiento que los primeros liberales manifiestan en sus escritos y actuaciones ante Jovellanos. Quintana, Gallego, Toreno, Blanco White, J. A. Llorente, Martínez de la Rosa, Alcalá Galiano, Argüelles, Flórez Estrada... todos manifiestan una deuda hacia sus ideas. Tras su muerte, dos biografías procedentes del ambiente más ilustrado vienen a ensalzar su figura: las de González de Posada y de Ceán; y a éstas viene a unirse la del radical liberal Antillón, anunciando con esto que la confluencia de esos dos movimientos históricos era posible en personalidades como la de Jovellanos.

 

Durante las próximas décadas dominan políticamente en España  las ideas contrarias a las del ilustrado-liberal asturiano. La reacción de Fernando VII, el «Deseado», frena aquella inercia histórica y la contiene hasta que rebrote poco a poco y tímidamente, durante el periodo isabelino, en el Estatuto Real (1834), en la Constitución de 1837 y en la de 1845.

La Ley Agraria. En España las voces liberales son contenidas por los absolutistas fernandinos y por los autodenominados «serviles» que como Inguanzo alcanzan las mayores prebendas (obispado, arzobispado y cardenalato); y el repuesto Tribunal de la Inquisición incluye la Ley Agraria de Jovellanos en el Índice de libros prohibidos, a contracorriente del éxito que ya está teniendo en el extranjero donde se han editado sus traducciones en francés (1809), inglés, italiano (1815) y alemán (1816). Mientras tanto, en este periodo se publican los primeros intentos de obras «completas» de Jovellanos, con notables deficiencias: las ediciones de Cañedo (1830-1832), Linares (1839-1840, y 2ª ed. en 1857), Mellado (1845-1846) y la edición de Logroño-Zaragoza (1846-1847).

 

Karl Marx dirá de Jovellanos, en Escritos sobre España (1854), que era la «cabeza generalizadora» que España tuvo durante la guerra de la Independencia y un «amigo del pueblo» que intentó liberar de sus cadenas a la sociedad civil. El filósofo revolucionario alemán tratará a la vez de señalar sus deficiencias: cabeza sin acción, ideas que no se habían radicalizado suficientemente para conseguir la genuina y necesaria revolución.

 

III.3. Acontecimientos cruciales del jovellanismo neocatólico (1858-1888)

 

Una nueva edición de las «Obras» de Jovellanos (1858-1859), esta vez a cargo de Cándido Nocedal, en la Biblioteca de Autores Españoles, va a señalar un punto de inflexión determinante en toda la historia del jovellanismo. Jovellanos va a ser reclamado por primera vez por las fuerzas de la derecha política española. Habría sido, según Nocedal, el fundador mismo del partido conservador. De este modo, situando a Jovellanos en el centro, reconociéndole coqueteos hacia la izquierda, se le recupera a través de sus ideas religiosas y por su oposición a la democracia, según el político neocatólico,  para el centro-derecha y, por esta vía, en definitiva, para la derecha del siglo XIX.

 

Esta senda nocedaliana es la que va a secundar, con muy buenos afinados argumentos, Gumersindo Laverde, y, pegado a la sombra de estos mismos razonamientos, el joven Menéndez Pelayo, quien, debido a todos los seguidores que arrastrará su fama, elevará la cuestión del conservadurismo jovellanista a credo generalizado, aunque haya que reconocer algunos «lunares» jansenistas propios del tiempo.

 

En las Cortes del final de la Legislatura de 1865, Nocedal y otras voces se unen para que se eleve un monumento a Jovellanos. Homenaje que quedará truncado en este primer intento, pero que deja constancia de la atracción que la figura de Jovellanos llegará a tener también para la derecha política de la segunda mitad del siglo XIX. Ahora bien, no toda la derecha estará de acuerdo. Franquet (Menéndez de Luarca) y, con muchos mejores argumentos, el presbítero Miguel Sánchez protestarán ardientemente contra lo que entienden como un sinsentido histórico: no se puede ganar para la causa conservadora, que es la de la Iglesia, a quien mantuvo una postura tan crítica, si no ante la religión en sí misma, sí ante el poder del Papa.

 

La lucha ideológica para ganarse a Jovellanos está servida. Los neocatólicos descubren en Jovellanos al fundador de su ideario conservador, las posturas más papistas repudian este nuevo enlace, mientras que los herederos del liberalismo han de entrar en confrontación con esta nueva situación y defender la evidencia del Jovellanos afín al verdadero liberalismo. En este sentido se oirán las voces de Gumersino de Azcárate, Fermín Canella y Fuertes Acevedo, entre otros muchos, próximos a la Institución Libre de Enseñanza.

 

El debate pasará por enconados y profundos estudios (el presbítero Miguel Sánchez escribe en nombre del catolicismo contra los neocatólicos y contra el resto de jovellanistas su encendido Examen teológico-crítico de la obra del Excmo. Señor D. Cándido Nocedal titulada «Vida de Jovellanos», 1881) pero veremos también la prensa salpicada de debates, en los que entraron, por una parte, Miguel Sánchez y Franquet,  y por otra, Nocedal, Laverde, Menéndez Pelayo y Ceferino González, y frente a ellos, Fuertes, Azcárate y Somoza. Podríamos destacar, por el nivel argumental alcanzado, la controversia mantenida entre Gumersindo Laverde y Máximo Fuertes Acevedo en la Revista de Asturias Científico-Literaria, en 1881, de una polémica que procedía de 1859-1860, ésta en El Faro Asturiano.

Después de las seis ediciones conocidas de sus obras «completas», en estos años veremos ediciones de obras escogidas en 1880, 1884, 1884-1891 y 1886, en donde puede apreciarse un esfuerzo por divulgar sus escritos.

 

III.4. Acontecimientos cruciales del jovellanismo de Somoza, entre 1888-1934

 

El jovellanismo que viene a representar Julio Somoza conecta con el liberalismo de las generaciones de la segunda mitad del XIX. Se opone, pues, a la línea neocatólica de los nocedalianos y viene, por así decirlo, a poner orden en aquel desafuero. La línea de flotación argumental se construirá recobrando el peso del Jovellanos crítico con las instituciones de su tiempo, incluyendo la Iglesia, pero, por encima de todo, subrayando que el valor trascendental de Jovellanos procede de su hermosa personalidad. Aquí se inscribe la pasión de Somoza por recuperar y editar su biografía y sus cartas.

 

En este respeto por la integridad ética y moral de Jovellanos vienen a coincidir casi todos cuantos polemizan ideológicamente; no todos, porque todavía persiste el eco de Miguel Sánchez, que repudia la heterodoxia de Jovellanos. Sin embargo, el antijovellanismo llegará a extinguirse durante la época de Somoza, por la fuerza de la admiración unánime de todos los credos ideológicos. Se interesan por Jovellanos desde Joaquín Costa (1898) hasta Vázquez de Mella (1916). Prueba de este ambiente de «unidad jovellanista» es el grupo la Quintana, promotor de temas culturales asturianos, en donde encontramos tanto a Luarca y Laverde como a Fuertes, Canella y Somoza.  El pacto de las fuerzas enfrentadas puede quedar simbolizado, en el principio de esta etapa, con la estatua que, después de décadas fallidas de intento, se levanta en 1891 a Jovellanos en la Plaza del Seis de Agosto (cuyo nombre conmemora el día de la triunfal entrada en Gijón, después de su etapa en la Junta Central, ochenta años después). La Universidad y la prensa del momento lo celebra: El Comercio, El Carbayón, La Libertad y el Boletín de la Sociedad Arqueológica Luliana.

Hacia finales de siglo Clarín conferenciaba sobre Jovellanos en la Extensión Universitaria de Oviedo. En 1901 se publica la investigación de mayor calado de Somoza: Inventario de un jovellanista y en 1907, a la sombra de don Julio asistimos a la primera tesis doctoral: Ideas pedagógicas de Jovellanos, de Felipe Bareño. Los artículos sobre Jovellanos del afamado periodista Pachín de Melás, entre 1928 y 1936, pueden considerarse también fruto del ambiente projovellanista creado en Gijón por Somoza.

 

En 1911 se producen las celebraciones del centenario del fallecimiento, en las que se involucran el Real Instituto Asturiano de Gijón, El Ateneo de Gijón, la Real Academia de la Historia y la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas. Los posicionamientos visibles siguen estando emparentados unos con la línea liberal y otros con la neocatólica: en unos destaca el énfasis por poner de relieve la ortodoxia de la moral católica de Jovellanos y en los otros la reivindicación de una moral civil más independiente. Ejemplos de los primeros son Adellac (director del Real Instituto) y Oliver (desde Mallorca) y de los segundos Azcárate y el asturiano E. González-Blanco. En las celebraciones del centenario los Infantes visitan Gijón; invitados a participar, intervienen personalidades como Unamuno, Azorín, Antonio Maura, Palacio Valdés, Rodríguez San Pedro o Alejandro Pidal y Mon.

 

El concurso del centenario de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas dará lugar a los primeros estudios en profundidad sobre el pensamiento de Jovellanos, a cargo de Camacho, Juderías, Artiñano, el canónigo Yabén y el jesuita García Rendueles. El común denominador de estas investigaciones tiene que ver con encontrar esa difícil síntesis entre el Jovellanos político y el religioso. Las posturas se disponen concordando con alguno de los modelos de jovellanismo pretéritos, pero ya se advierte también que todas las tesis quedan coloreadas por una admiración unánime hacia el personaje histórico que es Jovellanos.

 

En 1915 se publican los Diarios (incompletos), retenidos por Menéndez de Luarca durante largo tiempo. Siguen apareciendo ediciones de obras escogidas (1928, 1930 y 1931) y autores como Azorín (desde 1902), Gerardo Diego (empieza en 1928 y continuará hasta 1984) o Américo Castro (1933) se interesan a fondo por Jovellanos.

 

Hacia el final de la etapa se desarrollan importantes estudios sobre la reforma agraria y sobre la personalidad política de Jovellanos, a cargo de Juan Morán Bayo (1931), quien conecta a los agraristas Costa y Fermín Caballero con nuestro reformador asturiano; y de Antonio Escribano Iglesias (1931), autor de la segunda tesis doctoral. Pero quien da cohesión y energía a toda esta etapa, en la que Jovellanos ya no será repudiado, entronizado como está en el Olimpo de los clásicos, es la tenaz y devota dedicación de toda una vida a la rehabilitación de la memoria de Jovellanos, por parte de Julio Somoza, quien en su larga vida (1848-1940) pone orden bio-bibliográfico en la dispersión de escritos de Jovellanos y publica desde 1878 hasta 1931 decenas de estudios y de obras recuperadas del ilustrado-liberal, entre los cuales las importantísimas Cartas de Jovellanos y lord Holland sobre la guerra de la Independencia (1911), recientemente reeditadas, en 2009, por la Junta General del Principado de Asturias; y la edición que prepara de los diarios en medio de ímprobos obstáculos, que se editarán póstumamente en el IDEA en 1953-1955.

 

III.5. Acontecimientos cruciales del jovellanismo de Caso, entre 1935-1980

 

La masa de publicaciones de obras de Jovellanos, y de reseñas, artículos, estudios, investigaciones en profundidad e interés por su obra y figura ha ido creciendo desde 1811 poco a poco en un lento ritmo, pero a partir de esta etapa histórico-filológica los datos se vuelven ya innumerables y muy difíciles de sintetizar. Ángel del Río inicia una nueva andadura con el estudio introductorio a las Obras escogidas de Jovellanos (Espasa-Calpe, 1935-1946): es la etapa en la que los filólogos e historiadores, en su calidad de especialistas, estudian y valoran la obra del ilustrado, del neoclásico o del prerromántico, distanciados en principio del ruido ideológico de las etapas anteriores, aunque la problemática político-religiosa sigue siendo un hecho histórico que habrá de seguir afrontándose y que rebrotará continuamente, y, si cabe, recrudecida a través de la distancia entre los receptores franquistas (Bonet, Casariego y Cigoña) y los críticos o distanciados del Régimen, mucho más numerosos.

 

En el bicentenario del nacimiento de Jovellanos, desde el exilio, el Centro Asturiano de Buenos Aires, junto a los de La Habana y México, producen estudios de máximo interés sobre el conjunto de facetas que encierra la obra de Jovellanos: política (Barcia), jurídica (Ossorio), economista (Prados), sociológica (Ayala), de magistrado (Gómez), literato (Blasco Garzón), agrarista (Serra), historiador (Albornoz), asturianista (Cimorra), y sobre independencia americana (González e Infiesta).

 

En 1956 Miguel Artola añade a los dos tomos de las Obras de la BAE tres nuevos tomos con escritos que no habían aparecido en la edición de Nocedal. No serán las obras completas pero sí lo más parecido a este propósito. Los estudios jovellanistas se contarán en esta etapa ya no en decenas sino en centenares, entre los que cabe mencionar por su importancia los de: Artola, J. M. Cachero, Caso, Galino, Sánchez Agesta, Peñalver, Villota, Gómez de la Serna... Vemos desarrollarse en el extranjero un potente y fecundo hispanismo jovellanista, entre los que ha de recordarse a Sarrailh, Polt, Sebold, Ricard, Glendinning, Domergue, Helman, Rick, Clément, Defourneaux, Saugnieux... que prosigue hasta nuestros días con aportaciones de Guy, Dowling, Grisard, Tateishi y Thomas, entre otros.

 

En la prensa crecen exponencialmente los artículos sobre Jovellanos. Principalmente en los periódicos regionales, El Comercio, La Nueva España y la Voz de Asturias, pero también en periódicos nacionales como ABC, El Mundo y El País. Destacan algunos jovellanistas habituales, como Francisco Carantoña Dubert, director de El Comercio, que escribe decenas de  artículos jovellanistas a lo largo de las cuatro últimas décadas del siglo y que será uno de los presidentes del Foro Jovellanos.

 

Las instituciones se involucran más y más y realizan aportaciones importantes el Ayuntamiento de Gijón, El Gobierno del Principado, la Junta General, Cajastur, el Ayuntamiento de Mallorca, y, a través de sus publicaciones periódicas, el Instituto de Estudios Asturianos, el Instituto Feijoo del Siglo XVIII, y, a escala nacional, el Centro Superior de Investigaciones Científicas. El Foro Jovellanos creado en la última década del siglo XX, ya en la etapa actual, vendrá a unirse a estas instituciones e imprimirá al jovellanismo gijonés un ritmo de interés casi cotidiano.

 

La importantísima obra jovellanista de Caso se impone como el eje estructurador y ordenador de toda esta amplia variedad. Los estudios de Caso se convierten en muy difíciles de superar, por la dedicación, como en Somoza, de toda una vida y por la inmensa cantidad de datos que maneja. Conoce la biografía de Jovellanos como nadie y sus tesis sobre el pensamiento de Jovellanos han de ser, cuando menos, las hipótesis de partida de cualquier estudioso que se precie. La inmensa aportación de José Miguel Caso se constituye en un elemento principal y en el germen de la etapa actual.

 

III.6. Acontecimientos cruciales del jovellanismo actual (1980- )

 

Las fronteras entre la etapa histórico-filológica y la actual son muy difíciles de determinar, sobre todo porque se trata de una transición por crecimiento cuantitativo más que por cambio brusco alguno. El ritmo de esta transición se ha visto acelerado gracias a las celebraciones de 1994 y de 1998, con ocasión respectivamente de los bicentenarios de la fundación del Real Instituto y del ascenso al ministerio de Gracia y Justicia, en los que el Ayuntamiento de Gijón ha hecho claras apuestas de reivindicación de su prócer más relevante.

           

¿Qué añade la etapa actual a la pretérita? Ahora hay ya un terreno bien afianzado construido con múltiples trabajos especializados, alejados del vaivén ideológico y alentados por el rigor del trabajo científico. Los estudios bio-bibliográficos que continuaron el esfuerzo clarificador de J. Somoza (1901), han sido fundamentales, empezando por J. M. Martínez Cachero (1951) y M. Artola (1956), continuando con toda la labor crítica de los estudios y notas de las ediciones de las obras de Jovellanos, a cargo de J. M. Caso y del equipo de investigación del IFES. XVIII, sin olvidar las aportaciones de Lilian L. Rick (1977), J.-P. Clément (1980), Aguilar Piñal (1984) y en los últimos años mi propia clasificación (2005) y sobre todo la labor sistemática de recogida de bibliografía jovellanista, a cargo de Moratinos y Cueto (1998), a la que se han ido añadiendo las novedades de años posteriores en el Boletín Jovellanista (1999-2005) y en los Cuadernos de Investigación (2007-2009), a cargo de Orlando Moratinos y publicado por la Fundación Foro Jovellanos.

 

Entre lo más fundamental y característico de la etapa actual ha de contarse la publicación de las obras completas por un equipo de investigadores del IFES. XVIII, iniciada por José Miguel Caso González, con los tomos I-VI (1984-1994), y proseguida después por sus continuadores, tomos VII (Caso Machicado y González Santos), el VIII pendiente de publicación, el IX (Elena de Lorenzo y Ruiz de la Peña), X (Llombart y Ocampo), XI (Fernández Sarasola) y XII (E. de Lorenzo), esperándose que entre 2010 y 2011 se cierre el proyecto de publicación crítica de la obra completa de Jovellanos.

 

También, muy característico de la etapa actual es el trabajo desarrollado por el Foro Jovellanos, con sus publicaciones, actos, nombramientos, premios y firme propósito de divulgación; entre sus premiados, prestigiosos autores nacionales e internacionales y temáticas de alto interés.

 

La labor del Foro Jovellanos, la del IFES. XVIII y la de algunos investigadores serios particulares (entre ellos las tesis doctorales llevadas a cabo) han sido los puentes entre la etapa histórico-filológica y la actual, y han funcionado como los tránsitos institucionales, en tanto que dotados de suficiente estabilidad y continuidad, para que pueda rentabilizarse a una nueva escala toda la masa crítica de contenidos jovellanistas. Por tanto, han sido protagonistas directos de este tránsito actual, los presidentes del Foro: J. M. Caso, F. Carantoña, Luis Adaro Ruiz-Falcó, A. Antuña y Jesús Menéndez Peláez; y los presidentes del IFES. XVIII: J. M. Caso, Inmaculada Urzainqui y Álvaro Ruiz de la Peña. No es una mera coincidencia que el eje estructurador de toda una larga etapa del siglo XX, José Miguel Caso González, aparezca presidiendo ambas instituciones.

 

Los estudios de expertos han ido afinando con rigor el mapa argumental: además de lo apuntado en los párrafos anteriores, encontramos aportaciones de Gonzalo Anes, Rafael Anes, Abellán, Aguilar, Julián Marías, Seco, Barón, Velarde Fuertes, Capitán, Coronas, Manuel Fernández, Álvarez-Valdés, Joaquín Varela… y de escritores e ilustres conferenciantes como Pedro de Silva. Las tesis doctorales son síntoma claro de la progresión geométrica en la que se ha entrado desde hace unas décadas: desde las primeras de Bareño y Escribano, seis más en la étapa histórico-filológica (Villota, Dowdle, Ritter, Domínguez, Domergue y Galindo) y posteriormente otras nueve (Díaz, Baras, Javier Varela, Flecha, Caso Machicado, Martín Nicolás, Souto, Lara y la mía propia).

 

Si se tiene en cuenta que el pensamiento filosófico sólo puede nacer sobre un humus cultural y científico suficientemente afianzado, prueba de la madurez de la etapa en que nos hallamos es que empiezan a aparecer en las historias de la filosofía páginas dedicadas en extenso a Jovellanos: en Alan Guy (1985) y Abellán (1981), y estudios del Jovellanos filósofo como los de J. M. Caso (De Ilustración y de Ilustrados, 1988), Flecha (1990), José Luis Fernández (1991) y Amable Fernández (1995), Mª Carmen Lara (1997), Souto (2000) y mis propios trabajos (2004).

 

A punto de contar con la edición crítica de la obra completa de Jovellanos, ricos en estudios especializados de todas las facetas que dominó el de Cimadevilla, reivindicada su talla de filósofo, con pensamiento propio, en medio de un ambiente de divulgación potente... ¡no nos engañemos!, porque utilizar la energía del pasado para nuestros problemas del presente es siempre plausible, pero esta energía puede ser también mal utilizada: puede volverse torpe o convertirse en una nueva inercia al servicio de intereses espúreos. ¿Se han extinguido los errores jovellanistas del pasado? No, siguen vivos, y, paradójicamente, se vuelven inevitables. Pero será bueno tener en cuenta que entre la rehabilitación de la fuerza del pasado y el mantenimiento de lo que es ya rancio hay una línea difícil de ver y que entre involucrarse en proyectos que son colectivos y sumarse a ruidos movidos de afanes parciales hay una frontera que nadie controla, como no sea la opinión pública, no la maledicente opinión sino la sana opinión pública. «Cuando esta opinión es ilustrada, justa, moderada, ¡qué bienes!; cuando siniestra, preocupada, violenta..., ¿qué males no puede producir?» (Jovellanos: «Reflexiones sobre la opinión pública», BAE, V, pág. 413a.).

 

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SSC

marzo 2010