Qué es la ética

Las diferencias con la moral, más allá de las definiciones de la Real Academia

                                                                      

La definición de "ética" que leemos en el diccionario no ayuda demasiado cuando pretendemos aclararnos sobre sus diferencias con la "moral". Según la RAE, la ética, cuando no es sinónimo de la moral, sería fundamentalmente una parte de la filosofía, una teoría: conocimiento sobre la moral. Se constata que los académicos de la lengua recogen algunas de las versiones más utilizadas, pero de ninguna manera agotan la diferencia entre ética y moral.

Ética y moral pueden funcionar como sinónimos, sí, cuando se remiten a la bondad o maldad de las acciones humanas sin entrar a distinguir el contexto de reciprocidad en el que el sujeto despliega sus virtudes o vicios.

Las relaciones humanas (familias, amigos, vecinos, colegas, camaradas, compatriotas, contribuyentes, conciudadanos, cosmopolitas...)  se gobiernan según cuatro formas de agrupamiento o clases lógicas: distributiva, atributiva, combinatoria y porfiriana. Por supuesto, hay una dialéctica muy intensa entre todas ellas. En el mundo de los valores, estas clases lógicas dan lugar a las relaciones éticas (distributivas), políticas (atributivas) y morales (combinatorias y porfirianas). Las características distributivas y atributivas son antagónicas, mientras que las combinatorias/porfirianas comparten rasgos cruzados de las otras. Tres son los principios axiológicos que sustentan estos diferentes planos de relación: el valor de la "vida" personal, el valor de la "justicia" en los conflictos intergrupales y el valor del "buen orden" en el Estado: ética, moral y política, respectivamente. Enseguida se ve que estos tres estratos están estrechamente entretejidos.

La ética se despliega en contextos de relación interpersonal, y se rige por el carácter distributivo de los miembros de un grupo, donde todos y cada uno son responsables individualmente de sus propios actos. La fortaleza, la generosidad, la veracidad, la solidaridad, la autonomía personal conseguida... dependen en primera instancia de cada sujeto. Cuando estos valores entran en algún conflicto (de jerarquía, de contradicción...), cada cual ha de resolverlo pero el modo correcto de hacerlo solo puede ser apelando a un criterio universal, es decir aquel criterio que racionalmente pueda servir para todos y cada uno (Kant: "imperativo categórico"). La lógica que aquí está funcionando es la de la "igualdad", propia de un grupo distributivo: ya sea la Humanidad ―unida por sentimientos de solidaridad― o un grupo de personas que son amigos, compañeros, etc. Los lazos éticos (o "cacoéticos") entre las personas se fundamentan en el valor de la vida de todos. Cuanto más "vida digna" haya, tanto más valor ético habrá. Su ley de irradiación se extiende a toda la humanidad. Se hace posible postular, así pues, los llamados derechos humanos: derechos y deberes (DyD) recíprocos.

La política se despliega en el juego de fuerzas económicas, diplomáticas y gubernamentales. El objetivo de la política es que el Estado funcione bien: prosperidad, equilibrio y cohesión: la "eutaxia" o buen orden. El desempleo, el secesionismo, la corrupción... suponen la "distaxia". Pero la Administración del Estado que articula estas fuerzas necesita contar con la cooperación (activa o pasiva) de los grupos sociales que conforman la sociedad civil.

El lugar que ocupaba la "igualdad" en la ética es ahora la "isonomía" (igualdad de todos ante la ley), pero mientras la igualdad ética se regulaba directamente desde las relaciones interpersonales, aquí están mediadas por relaciones institucionales en las que las personas pierden su carácter distributivo y pasan a tenerlo atributivo, esto es, cada uno de los ciudadanos es inseparable del resto y sus relaciones solo pueden progresar bajo el "imperio de la ley". Pero las leyes están sujetas a contextos y estos a luchas por el control del "poder". De este modo, el principal escenario de la buena actividad política  tiene que ver con el efectivo cumplimiento de las leyes y con la capacidad de transformarlas mejorándolas.

La ética y la política, aunque diferentes por su lógica distributiva/atributiva, no pueden funcionar dándose la espalda, pues todo ciudadano es siempre también persona y, además, las leyes incorporan DyD éticos y al hacerlo los convierten en políticos. España es un estado social y democrático de derecho, y todos los españoles tienen derecho al trabajo y a una vivienda digna..., según la Constitución,  así pues quedan entronizados como objetivos de la "eutaxia". La legalidad que deriva del Estado no basta para alcanzar toda la legitimidad necesaria, pues es preciso también  un "quantum" histórico de eticidad. Y son las fuerzas morales las que pueden mediar entre el orden político (la legalidad atributiva, en conjunto maquiavélica) y los DyD éticos.

Los valores morales discurren en el seno de la confrontación social, debido a los diferentes grupos de intereses y de ideas. Las relaciones interpersonales grupales son combinatorias y las relaciones gobernadas por las "ideologías" son porfirianas. La moral, así pues, tiene que ver con la defensa de los valores que identifican a un grupo (cristianos, musulmanes, laicos, neoliberales, socialdemócratas...) y que no son aplicables a toda la humanidad. Todos son legítimos, en principio, si no contravienen valores éticos. Los conflictos que no pueden resolverse desde el simple respeto o la tolerancia mutua apelan a canalizarse a través de criterios generalizadores: es lo que comúnmente se llama "justicia". La "justicia social" depende del cumplimiento de la legalidad y del respeto a los DyD éticos, y el entrelazamiento fértil (o estéril) de ambos resortes estriba en los poderes ejecutivo/legislativo/judicial, si bien estos poderes precisan tomar sus energías del conjunto de fuerzas morales de la sociedad civil. Cuanto más y mejor sea esa energía tanto más moral o justa será esa sociedad.

Hay problemas sociales que no admiten ser solucionados desde puros valores éticos, entonces se hace necesaria la política. Pero la política solo será democrática en la medida que incorpore valores éticos. Ahora bien, los valores democráticos y justos solo pueden florecer en función de las fuerzas morales, que están tratando de sintonizar la igualdad ética con la "isonomía" política, a través de la idea de justicia, pero no en contextos abstractos sino en la misma refriega de las relaciones sociales concretas, con sus costumbres, intereses y conflictos en curso. La moral se interesa por las virtudes éticas pero para fines políticos. La moral de una sociedad puede medirse por sus costumbres.

Vaya este artículo dedicado a todos mis alumnos, que se cuentan ya por miles. Juntos hemos analizado estos temas.

SILVERIO SÁNCHEZ CORREDERA

Doctor en Filosofía

Artículo aparecido en La Nueva España, Tribuna, Oviedo, martes 16 de junio de 2015, págs. 32 y 33.

http://www.lne.es/opinion/2015/06/16/etica/1773137.html