729 veces es más feliz el hombre justo que el tirano (Platón: República, IX)

 

 

En lo que toca al Amor, su indigencia de cosas buenas y bellas le hace desear esas mismas cosas de que está falto (Platón: El Banquete, 201e, OC, Aguilar, 1981, p. 584)



Platón: libros VIII, IX y X de la República (selección tomada de PLATÓN: Obras Completas, Aguilar, 1981)

[Donde se ponen en relación los tres tipos de almas y los cinco diferentes modelos de gobierno]

 

Platón: República, Libro VIII(544-571):

¿Y no sabes que existen por fuerza tantos caracteres de hombres como regímenes políticos? [...] Por consiguiente, si son cinco los regímenes que pueden adoptar las ciudades, también serán cinco las disposiciones propias del alma humana. [...] ...el régimen aristocrático es bueno y justo (gobernado por un rey) [...] Creo que, después de esto, debemos ocuparnos de los caracteres inferiores. ¿O es que no vamos a tratar del ansioso de disputas y de honores, tal como se desarrolla en el régimen de los lacedemonios, y luego del oligárquico, del democrático y del tiránico. [...] Timocracia o timarquía, oligarquía, democracia y tiranía.

El tránsito de la aristocracia a la timocracia: cuando la discordia se apodera de los mismos gobernantes, entre sí y consigo mismos.

La selección de linajes admitida por Hesíodo: las razas de oro, de plata, de bronce y de hierro. La mezcla de oro-bronce y plata-hierro traerá consigo las guerras y enemistades. He aquí la raza productora de la discordia, dondequiera que esta surja.

Timocracia: el joven se ve solicitado por estas dos fuerzas: su padre hace madurar y desarrollarse la parte razonable de su alma, y los demás, la parte apasionada y colérica. Como no es hombre perverso por naturaleza, y solo actúan sobre él las malas compañías de los demás, cogido por estas dos fuerzas, adopta entonces un término medio y entrega el gobierno de sí mismo a esa parte en la que priva el espíritu colérico y la porfía, haciéndose así un hombre orgulloso y amante de la gloria.

Tránsito de la timarquía a la oligarquía: primeramente se procuran nuevos dispendios, sin reparar para ello en la transgresión de las leyes, a las que faltan hombres y mujeres. Después viene el espíritu de imitación y acto seguido se deslizan por la pendiente de los negocios disminuyendo el interés por la virtud. [...] Los hombres poseídos de la envidia y de la ambición terminan por volverse ansiosos de riquezas y aficionados al dinero. Y entonces alaban y admiran al rico, pero desdeñan y desprecian al pobre. Y condicionan el ejercicio del poder  a la mayor cantidad de riqueza. Y llevan a término su plan valiéndose de la fuerza o de las armas o imponiendo este régimen simplemente por el temor. Una ciudad como esa será necesariamente no una, sino dos, la ciudad de los pobres y la ciudad de los ricos, que conviven en el mismo lugar y se tienden asechanzas entre sí. [...] Los que carecen de aguijón resultan hombres indigentes y los que lo tienen ladrones. [...] El hombre oligárquico es ahorrativo. [...] Deseo insaciable de riqueza y despreocupación de todo lo demás será la causa de su ruina.

Tránsito de la oligarquía a la democracia: quienes gobiernan en la ciudad oligárquica detentan sus cargos con el apoyo de grandes riquezas, por lo cual no quieren prohibir la indisciplina de los jóvenes disolutos ni les impiden que gasten y dilapiden todos sus bienes, para hacer posible así la compra de ellos, los préstamos con garantía y el aumento del crédito. [...] Esa despreocupación propia de las oligarquías y ese dejar hacer que en ella impera reduce muchas veces a la indigencia a hombres de buen linaje. [...] Algunos de ellos se ven agobiados por las deudas, otros llegan a perder sus derechos y algunos también ambas cosas a la vez. Lo cual da por resultado el odio y la conspiración contra los que adquirieron sus bienes y contra el resto de los ciudadanos, en un ansia clarísima de revoluciones. [...] Y cuando un hombre pobre, seco y tostado por el sol, tenga que formar en orden de combate junto a un rico educado a la sombra y vencido por la obesidad, ¿qué crees que podrá pensar el pobre al verle falto de respiración y en situación apurada? ¿No se dirá a sí mismo que los ricos deben su riqueza a la cobardía de los pobres y no se transmitirán unos a otros la consigna siguiente cuando se reúnan en privado: «Estos hombres son nuestros; de nada valen.»? [...] La democracia se origina, a mi entender, cuando los pobres, después de vencer a los ricos, a unos les dan muerte, a otros les destierran y a los demás les reservan equitativamente cargos de gobierno que, en este sistema, suelen otorgarse por sorteo.

Democracia: ¿no contará el régimen con hombres libres y no se verá inundada la ciudad de libertad y de abuso desmedido del lenguaje, con licencia para que cada uno haga lo que se le antoje? [...] Es muy posible que sea también el más hermoso de todos los regímenes. Pues así como resplandece hermosura un manto artísticamente trabajado y adornado con toda clase de flores, no otra cosa ocurre con un régimen en el que florezca toda clase de caracteres. Y quizá haya muchos que, como los niños y las mujeres enamorados de todo lo artificioso, consideran ese régimen como el más bello. [...] Esa misma licencia permite toda clase de constituciones. Lo cual hará posible organizar la ciudad a gusto de cada uno, al modo como hacíamos nosotros. [...] Se trata, según parece, de un régimen agradable, sin jefe, pero artificioso, que distribuye la igualdad tanto a los iguales como a los que no lo son. [...]

Hombre democrático: Después de vaciar y de purificar el alma de este joven, cual si se tratase de un iniciado en grandes misterios, llevan a él un gran acompañamiento de figuras coronadas, entre las que se cuentan la soberbia, la anarquía, el desenfreno y la desvergüenza. Y las llenan de encomios y de halagos, llamando por ejemplo a la soberbia, buena educación; a la anarquía, libertad; al desenfreno, magnificencia, y a la desvergüenza, virilidad. ¿Y no es de este modo como el joven deja de satisfacer sus deseos necesarios, en los que había sido inculcado, para volver la vista a la libertad y a la disolución que suponen los placeres innecesarios e inútiles? [...] La vida de un hombre deseoso de igualdad. [...]Deseo insaciable de libertad y abandono de todo lo demás será la causa de su ruina y prepara el cambio para hacer necesaria la tiranía. [...] Porque ¡ah querido!, en tales condiciones la anarquía se adentrará en las familias y terminará por infundirse en las bestias. [...] Se igualan el padre con el hijo, y el ciudadano con el meteco y con el extranjero. [...] ...el maestro y los discípulos, y los viejos y los jóvenes. [...] ...el esclavo y el dueño, y las relaciones de ambos sexos. [...] Las perras, los caballos y los asnos igualados a sus amos. [...] Por tanto, parece que el exceso de libertad no trae otra cosa que el exceso de esclavitud, tanto en el terreno particular como en el público. [...]

Tránsito democracia-tiranía: Y, naturalmente, la tiranía no tiene como origen más régimen que la democracia; de este, esto es, de la más desenfrenada libertad surge la mayor y más salvaje esclavitud. [...] El hombre democrático es holgazán, pródigo y sin virilidad. [...] En seguida están a la orden del día las denuncias, los procesos y las disputas entre unos y otros. [...] ...de ahí que el pueblo acostumbre ante todo elegir un protector, a quien procura alimentar y hacer poderoso. [...]  ...se muestra claramente que cuando surge un tirano, brota de esa raíz de protectores y no de ninguna otra. [...] ...este sujeto es el que acostumbra levantarse contra las gentes acaudaladas... [...] ...y si se le destierra y luego regresa a la patria a pesar de sus enemigos, vuelve convertido en un verdadero tirano... [...] y al principio hace promesas múltiples, libera de deudas y reparte tierras al pueblo y a los que se encuentran a su alrededor... [...] ...y empieza por promover guerras, a fin de que el pueblo tenga necesidad de un jefe.... [...] ...un tirano tendrá siempre necesidad de promover guerras... [...] ...y prescindirá de todas las personas de provecho, ya sean amigos o enemigos... [...] ...y se volverá enemigo de todos ellos y les tenderá asechanzas hasta dejar limpia la ciudad... [...] Dilapidará los tesoros sagrados que se encuentran en los templos, y en tanto duren los productos de su venta serán menores las contribuciones que imponga al pueblo.

 

Platón: República, Libro IX(571-592):

Algunos de los placeres y deseos no necesarios son contrarios a las leyes y se dan, no obstante, en todos los hombres. Con todo, en una parte de estos se ven refrenados por las leyes y por los deseos mejores, gracias a la razón. [...] Nuestro propósito era simplemente este: probar que hay en cada uno de nosotros, aun en los de pasiones más moderadas, deseos verdaderamente temibles, salvajes y contra toda ley. Y eso se evidencia claramente en los sueños. [...]

Cuando los demás deseos, zumbando a su alrededor y llenos de perfumes, de bálsamos, de coronas, de bebidas y de todos los placeres licenciosos que se originan en tales compañías, hacen crecer y alimentan al zángano hasta un límite insospechado, armándole a la vez del aguijón de la ambición, entonces él mismo, como señor de su alma, se hace proteger por la locura y deja en libertad a su furor. Le sobran ya esas opiniones y deseos vergonzosos y aprovechables que todavía anidaban en su alma, a los que da muerte y expulsa de sí hasta eliminar su propia sensatez, que sustituye por una extraña locura... [...] ...éste es un perfecto retrato de la génesis del tirano... [...] ...el hombre se vuelve rigurosamente tiránico, cuando llevado por su naturaleza o por sus hábitos, o por ambas cosas a la vez, se hace borracho, enamoradizo y atrabiliario ((lleno de cólera negra)).... [...] ...y el tirano Eros será director de su alma. [...] si se muestra como el hombre más perverso, se aparecerá también como el más desgraciado. Y cuanto más tiempo y más duramente ejerza la tiranía, mayor y más duradero será su grado de perversidad. Hablamos aquí conforme a la verdad y no según el criterio de la multitud. [...]

El hombre tiránico está dominado por los deseos y placeres eróticos.

[A los cinco tipos humanos: real (aristocrático), timocrático, oligárquico, democrático y tiránico, se añade una sexta tipología, la del hombre tiránico metido en política:] ...aquel hombre que, siendo tirano, no pasa la vida como un simple particular, sino que tiene la desdicha, por un triste azar, de convertirse en tirano de la ciudad. [...] ...comparable a un hombre enfermo y carente de fuerzas que, en vez de pensar en sí mismo, se dedicase durante toda su vida a luchar con los demás. [...]

El hombre tiránico no es otra cosa que un esclavo, sometido a las mayores lisonjas y bajezas, adulador de los hombres más viciosos, insaciables en sus deseos, carente de casi todas las cosas y ciertamente pobre si nos decidimos a mirar a la totalidad de su alma. Hombre, además, dominado por el temor durante toda su vida, lleno de sobresaltos y de dolores, si su vida se parece de verdad al régimen de la ciudad que él gobierna. Porque ¿no dudarás que se parece? [...] ...necesariamente tendrá que ser y aún volverse más envidioso, más desleal, más injusto, más hostil, más impío, más propicio a acoger y alimentar toda maldad, con lo cual terminará por hacerse el hombre más desgraciado. Y con él, se harán también así los que están a su alrededor. [...]

Las tres almas: Hay una parte, decíamos, en la que el hombre conoce; otra, con la que se encoleriza, y una tercera a la que, por su variedad, no fue posible encontrar un nombre adecuado; esta última, en atención a lo más importante y a lo más fuerte que había en ella, la denominamos la parte concupiscible. Ese nombre respondía a la violencia de sus deseos, tanto al entregarse a la comida y a la bebida como a los placeres eróticos y a todos los demás que de estos se siguen; y la considerábamos amante de las riquezas, por satisfacerse con ella esos deseos, de manera más especial. [...] ...al igual que las bestias, inclinan su mirada y su cuerpo hacia tierra y hacia sus mesas, porque no desean otra cosa que cebarse y aparearse, y en vista de esto se cocean y cornean entre sí, empleando sus cascos y sus cuerpos de hierro, olvidando el llenarse su ser de las cosas reales que le convienen. [...] La parte irascible arrastra siempre y enteramente a la dominación, a la violencia y al deseo de gloria... ...y es amiga de disputas y honores... en cuanto a la parte que conoce, resulta claro para todos que tiende siempre y por completo a conocer la verdad, dondequiera que se encuentre, y que nada le importa menos que las riquezas o la reputación... y es amante de la ciencia y del saber. [...] De ahí que los caracteres principales de los hombres son tres: el filosófico, el ambicioso y el avaro. [...] El filósofo solo siente deseos de conocer la verdad y de llegar siempre a su completa posesión... ...los placeres los concebirá como necesidades inevitables, pero de las que podría prescindir, si su misma necesidad no las prescribiese. [...] Las condiciones del buen juicio son la experiencia, la inteligencia y la razón. [...] El placer, a excepción del que disfruta el filósofo, no es completo ni puro; antes al contrario, parece como envuelto en sombras, según he oído decir a alguno de los sabios. He aquí la mayor y fundamental desgracia del hombre injusto. [...] el hambre, la sed y las demás necesidades de este tipo son algo así como una especie de vacíos en la disposición del cuerpo... y la ignorancia y la insensatez son otra clase de vacíos en la disposición del alma... el vacío del cuerpo se colmará con el alimento y el del alma con la razón. [...] Así, pues, cuando el alma toda marche dirigida por la razón y no se manifieste en ella deseo alguno de sedición, cada una de sus partes realizará lo que le es debido y mantendrá su amor a la justicia; así mismo, disfrutará de los placeres que más le convengan y, en lo posible, de los más verdaderos. [...]

¿No sabes acaso, cuánto más odiosamente vive el tirano que el rey? [...] ¿No está tres veces más alejada de la verdad la apariencia de placer de que goza el hombre tiránico? [...] Estará tres veces más alejada de la verdad el hombre tiránico que el demócrata y que el oligárquico. [...] Empezando por el hombre oligárquico, el tirano es el que ocupa el tercer puesto. Y en medio de ambos debe colocarse al hombre demócrata... y... entonces, ¿no está tres veces más alejada de la verdad la apariencia de placer de que goza ese hombre?... y, si consideramos como uno solo al hombre aristocrático y al real, el oligárquico ocupará sin duda, el tercer lugar... y, por consiguiente, el tirano se halla alejado del verdadero placer en un número triple del triplo... y, en tal sentido, la apariencia del poder tiránico podría representarse, en cuanto a su largura, por un número plano... y está claro que, una vez elevado este número a la segunda y a la tercera potencia, manifestaría la distancia a que se halla el tirano de la verdad... y, si tuviésemos que averiguar, inversamente, qué distancia hay del rey al tirano en el disfrute del verdadero placer, encontraríamos que el rey es setecientas veintinueve veces más feliz que el tirano, y, al mismo tiempo, que el tirano guarda esa misma proporción en su infelicidad. Ese número refleja la sorprendente diferencia entre los dos hombres, el justo y el injusto, respecto al placer y al dolor. [...] En consecuencia, si el hombre bueno y justo aventaja tanto al malo y al injusto en cuanto al disfrute del placer, ¿puede sorprender a alguien la gran diferencia que demuestra no solo en el decoro de su vida, sino también en la belleza y la virtud de que se adorna?... la diferencia resulta inconcebible. [...]

Al hombre verdaderamente injusto le conviene cometer injusticias, siempre que guarde la apariencia de hombre justo. [...] Habrá que formular mentalmente una imagen del alma, para que quien eso diga compruebe claramente lo que dice... Hablo, claro está, de esos seres que, como la Quimera, Escila, el Cerbero y otros, fueron en otro tiempo, y en el pensamiento mitológico, la unidad de muchas figuras de distinta naturaleza... Modela, si acaso, un monstruo variado y policéfalo, rodeado de cabezas de animales, unos domésticos y otros feroces, que saca de sí mismo, y cambia a su antojo esas mismas cosas...Demos por hecho ese monstruo, puesto que el pensamiento es más dúctil que la cera y que cualesquiera otros materiales.

[...] ¿Qué otras razones piensas que ha habido desde la antigüedad para censurar el desenfreno, sino porque procura la más amplia libertad a esa grande y variada bestia de que hablamos? [...]

¿No se censuran la presunción y el malhumor cuando aumenta y se extiende inarmónicamente la parte leonina y colérica? [...]

Lo cual ocurre también con la molicie y la blandura cuando, por la relajación y disolución del natural humano, origina en él la cobardía. [...]

¿Y qué decir de la adulación y de la bajeza cuando se las coloca por bajo de la parte turbulenta, de modo que, llevada entonces la parte irascible de la sed de riquezas y de su deseo insaciable, se ve humillada desde la juventud y convertida de león en mono? [...]

[...] a todo hombre conviene le dirija un principio divino y racional, ya porque se dé en sí mismo, ya porque le regula desde fuera, a fin de que, gobernados por una misma razón, seamos todos, en la medida de lo posible, semejantes y amigos. [...]

Hablas sin duda de la ciudad que tratábamos de fundar y que solo existe en nuestra imaginación; porque no creo que tenga asiento en lugar alguno de la tierra. [...]

 

Platón: República, Libro décimo (595 a/621 d)

[...] sobre cada cosa se dan tres clases de arte: la de su uso, la de su fabricación y la de su imitación. [...] Pero ¿no es verdad que la virtud, la belleza y la perfección de todo objeto, de todo ser vivo o de toda actividad, guardan relación únicamente con el uso para el que fueron hechos o les dispuso la Naturaleza?

[...] Si, por tanto, existen en el hombre dos tendencias contrarias respecto a un mismo objeto y en la misma ocasión, diremos que hay en él necesariamente dos partes opuestas.

[...] lo malo destruye y corrompe, en tanto que lo bueno conserva y aprovecha. [...] ¿Pues qué? ¿Te parece que cada cosa tiene su bien y su mal? ¿Podríamos poner como ejemplo, a la oftalmía para los ojos, a la enfermedad para el cuerpo todo, al tizón para el trigo, a la podredumbre para la madera, a la herrumbre para el bronce y el hierro y, como digo, un mal y una enfermedad connaturales a casi todos los seres? [...] Cuando alguno de estos males ataca a un ser, ¿no hace que este se vuelva malo y no termina también por disolverlo y destruirlo enteramente?

[...] ―¿Pues qué? ―dije yo―. ¿No hay algo que hace al alma mala?

―Sí que lo hay ―contestó―. Todo lo que hace poco mencionábamos: la injusticia, la intemperancia, la cobardía y la ignorancia.

[...] Habrá que elegir siempre una vida intermedia entre las extremas, huyendo en lo posible, tanto en esta vida como en la otra, de los excesos en uno u otro sentido. Por este camino puede llegar el hombre, en efecto a alcanzar la mayor felicidad.