Más allá de la química del amor

 

El filósofo Richard David Precht,

todo un fenómeno editorial, combate el reduccionismo

del pensamiento biologicista en Amor. Un sentimiento desordenado

 

 

 

Amor. Un sentimiento desordenado.

Un recorrido a través de la biología, la sociología y la filosofía

Richard David Precht

Ediciones Siruela, Madrid, 2011.

 

«Amor. Un sentimiento desordenado», traducido del alemán recientemente, se centra específicamente en el amor de pareja y pretende dos  objetivos: desbaratar la tesis que identifica el amor con la bioquímica, cada vez más en boga; y en segundo lugar, delinear una especie de teoría alternativa del amor. La primera finalidad se alcanza muy satisfactoriamente, gracias a una multitud de análisis y argumentos contrastados. La segunda, se despliega solamente como líneas de fuerza que señalan un sentido, difícil de concretar pero que sí conoce cuáles son sus extravíos.

 

El filósofo Richard David Precht ya es conocido entre los lectores españoles por su obra de divulgación filosófica, de gran éxito en Alemania, «¿Quién soy y… cuántos? Un viaje filosófico». Se tiene la impresión de que este autor nacido en 1964 en Solingen, Alemania, pero que ha elegido Luxemburgo como su patria de residencia, muy crítico con cierta divulgación periodística de la ciencia, él mismo periodista también, tiene entre sus objetivos preferentes la crítica de modas de ideas que toman su prestigio al hablar en nombre de la verdad científica, en gran medida porque algunos «científicos» pierden el equilibrio entre lo que es investigación seria y divulgación exitosa, sobre todo si el objetivo principal es convertirse en «bestseller».

 

La sociobiología, que toma su impulso de Edward O. Wilson, y que florece a partir de 1970, y la psicología evolucionista defendida por Michael T. Ghiselin, pujante desde 1990, han ido influyendo en una literatura divulgativa que presenta el amor reducido a mecanismos gobernados por la oxitocina, la vasopresina y hormonas similares.

 

 

La sociobiología llega a adquirir en las últimas décadas gran prestigio en su tarea de unir dos campos alejados: la sociología y la biología. El principio fundamental que sigue consiste en la introducción sistemática de elementos extraídos de la biología en los comportamientos sociológicos. Las conductas animal y humana se acercan más y más. Si las feromonas tienen una importancia esencial en la «conducta comunicativa» de las hormigas, gran hallazgo científico, cabe derivar que otro tanto sucede en la conducta humana. Pero Wilson y sus seguidores van más allá: los genes pasan de ser un mecanismo funcional evolutivo a ser ellos mismos los protagonistas directos que dirigen la conducta individual y social. Es como si los genes tuvieran inteligencia y voluntad.  Los genes son capaces de buscar el éxito reproductivo a través de una conducta altruista que acabe beneficiando al individuo que la posee. El amor, en este contexto, deberá interpretarse como una conducta que obedece a los interese de los genes.

 

Siguiendo los pasos de la sociobiología, pero ahora en el marco de la psicología evolucionista, Ghiselin traducirá la conducta humana con los métodos de la biología de la evolución, que ya Darwin habría iniciado. Un principio básico biológico evolutivo lo rige todo: el propio interés. Toda conducta humana ha de ser interpretada en términos de oportunismo, competencia y egoísmo. Incluso el altruismo es un modo calculado de egoísmo. El amor será, por tanto, una conducta egoísta más, lejos de las ínfulas que contorneaban su aura heroica.

 

¿Qué teoría propone Precht sobre el amor? Su principal propósito es enfrentarse a esta especie de moda reduccionista que ha impuesto el pensamiento biologicista: todo estaría en los genes. Pero, además, repasa un conjunto de ideas sobre el amor, histórica y disciplinarmente muy completo, con La Rochefoucauld, Arthur Schopenhauer, Sigmund Freud, Jean-Paul Sartre, Erich Fromm, Desmond Morris, Richard Dawkins, Gilbert Ryle, Michel Foucault, Helen Fisher, William Donald Hamilton, Stanley Schachter, Christian Schuldt y muchos otros. A través de un método de descarte de los enfoques parciales, va proponiendo una serie de elementos constitutivos del amor que viene a resumir en dos ideas: se trata de un sentimiento no sencillo, sino muy complejo, y no sometido a una estructura sentimental estable sino esencialmente desordenada.

 

Es preciso contornear bien las diferencias entre el enamoramiento y el amor de pareja, y entre éste y el sexo. Se cruzan muy a menudo, pero conviene no confundirlos. Aunque su convergencia los fortalece, sus divergencias son abundantes y no comporta necesariamente su aniquilación mutua; en otras palabras, lo sabe ya mucha gente, se puede amar sin sexo y puede haber sexo sin amor; es posible amar sin enamoramiento y viceversa.

 

El amor no resulta sin más de la cadena de nuestras pasiones ni es una simple colección de estados emocionales, es algo más: un sentimiento, que se apasiona y se emociona pero que construye una arquitectura más estable. El amor corre paralelo con los componentes biológicos, como las hormonas, serotonina, endorfina, dopamina…, y sin ellos no se constituiría, pero no está teledirigido por ellos. Está construido desde operaciones psicológicas e intelectuales: las ideas tienen que ver con el amor. Está sometido a motivaciones sociales y su peripecia varía a tenor de los cambiantes modelos históricos. El modelo romántico del amor, relativamente reciente, gobierna en gran medida nuestra percepción y autorrepresentación de nuestros asuntos amorosos. La chispa del enamoramiento surge conectada seguramente a ideales estéticos moldeados desde nuestra infancia, y la continuidad amorosa va ligada a la búsqueda de un sentido que también opera en nuestras experiencias religiosas y estéticas, un anhelo que busca nuestra felicidad soñada. Sólo puede ser duradero y estable cuando los dos amantes coinciden en un proyecto existencial que les una, pero, incluso cuando es estable, está siempre amenazado y expuesto a quebrarse, porque recorre muchos planos difíciles de articular. Hecho de expectativas y de sentimientos duraderos está también construido de genes, emociones, deseos, ideas, representaciones y de acciones exitosas o fracasadas. El amor es una arquitectura compleja muy difícil de trabar y ni siquiera el sexo, con todo su imperio, le da una estabilidad segura.

 

 

SSC

24 de mayo de 2012

 

 

Publicado en: «Más allá de la química del amor». La Nueva España, Suplemento Cultura nº 967, pág. 1,  Oviedo, jueves,  24 de mayo de 2012.