Lo que piensan los filósofos

 

 

Lo que piensan los filósofos

Julian Baggini y Jeremy Stangroom (Ed.)

Paidós, Barcelona, 2011.

 

«Lo que piensan los filósofos» reúne veintidós artículos construidos desde otras tantas entrevistas a ese mismo número de filósofos y filósofas. Efectivamente, también de filósofas, una categoría en franco crecimiento, lo que es sin duda una señal de los tiempos que vivimos, entre ellas: Janet Radcliffe Richards, Helena Cronin, Mary Midgley y Mary Warnock. Los temas, todos actuales, aparecidos en «The Philosophersʼ Magazine» hace una década, recorren una amplia gama de preocupaciones, desde la cuestión de cómo nos determinan nuestros genes hasta el problema de la existencia de Dios, pasando por el problema de la justicia, el valor del arte o el lado oscuro de filósofos como Wittgenstein o Russell.

 

Julian Baggini ya nos tiene acostumbrados a estos ensayos de divulgación filosófica. Autor también de «¿Se creen que somos tontos?», «¿Pienso luego existo?» y «El cerdo que quería ser jamón», donde respectivamente aborda el análisis de las trampas que los medios de comunicación y los políticos en general tienden al público, o se entrena en juegos de agudezas mentales o emprende el análisis de cien textos filosóficos reflexionando sobre temáticas diversas, como la relación entre las palabras y las ideas, donde asistimos por ejemplo a este comentario sobre un texto de Quine («Word and Object», 1960): «Cualquiera que hable más de un idioma sabrá que hay palabras difíciles de traducir de uno a otro. En español, por ejemplo, se habla de la «marcha» de una ciudad o fiesta. Se trata de algo similar, pero no idéntico, a la palabra irlandesa «craic», que también es difícil de verter exactamente al inglés. El equivalente más próximo podría ser  «buzz» o «good time feel», pero, para saber lo que significa «marcha» o «craic», hay que meterse en la piel del idioma y la cultura a la que pertenecen» («El cerdo que quería ser jamón», páginas 161-162).

 

Estamos, pues, ante un acercamiento a la filosofía al que no se puede acusar de elitista, complejo, abstruso o especializado, sino para un denominador común de lectores que mantienen intereses intelectuales más allá de los profesionales o de los esencialmente prosaicos.

 

Baggini y su compañero de temas, Jeremy Stangroom, con quien trabaja en «The Philosophersʼ Magazine», además de haber compuesto ambos «¿Pienso luego existo?», se unen para editar esta colección de entrevistas comentadas de «Lo que piensan los filósofos», donde nuevamente nos encontramos con el logro de comunicar en «román paladino» temas que son tradicional y académicamente mucho más enrevesados y difíciles. Esto se consigue a fuerza de acariciar los temas, de señalarlos, de ir a sus núcleos de interés, de trazar líneas de reflexión más que de alcanzar análisis consistentes y completos, es de esperar, pero, para el objetivo que se pretende que es divulgador y de acicate de aproximación a los problemas, el fin se alcanza muy meritoriamente. A nadie impiden después profundizar más, con las referencias que quedan trazadas o tirando del hilo.

Un mérito añadido a esta colección de entrevistas es que el acercamiento se hace no tanto desde la filosofía más académica sino muy destacadamente desde los análisis de físicos (Alan Sokal), naturalistas (Wilson), zoólogos (Dawkins) o teólogos (Cupitt), y cuando sí desde la profesión filosófica, vemos aparecer enfoques y temáticas de factura totalmente contemporánea, como son los temas de género a los que se acerca Helena Cronin, que aborda las diferencias varón/mujer yendo a la raíz de algunas de sus problemáticas, cuando comenta: «Recientemente escuché a una chica de una pandilla callejera alardear de su machista ceremonia de iniciación. Las neófitas tienen que elegir entre recibir una paliza o tener relaciones sexuales con un miembro masculino de la pandilla. Imaginemos que se hace la misma oferta a los iniciados varones. ¿El sexo no como recompensa sino como castigo? Ridículo»;  o las reflexiones de la feminista Janet Radcliffe Richards, autora de «The Sceptical Feminist» (1980), que para dejar claro su interés por discutir los problemas éticos prácticos a ras de tierra y no perdiéndose en el buceo metaético, comenta lo siguiente: «En ética médica, por ejemplo, no hay nada tan inútil como decirle a un médico que si eres kantiano haces esto, y si eres utilitarista haces aquello, porque lo que el médico quiere saber es qué hacer, y no puede esperar hasta que los utilitaristas y los kantianos hayan concluido sus argumentaciones».

 

En síntesis, una lectura muy recomendable para iniciarse en los mil y un temas que la complejidad de nuestro mundo tiene abiertos, para empezar a trazar líneas de reflexión, pero no para encontrar argumentos completos ni respuestas bien definidas. Pero se trata, justamente, no de enseñar filosofía sino a filosofar, que es lo que les gustaría hacer a los filósofos profesionales si pudieran. Pero es obvio que estos libros de divulgación son posibles porque hay un laboratorio académico donde se ensayan otros elaborados y técnicos experimentos filosóficos: hay filosofía divulgativa sólo porque puede apoyarse en una filosofía especializada.

 

Una evidencia nos da la lectura de este libro: la selección de autores y de temas se extrae de la cantera anglosajona exclusivamente, y se obtiene la impresión de que la filosofía se elabora a través de regiones culturales que tienen pocos nexos en común, si acaso algo interconectadas a través del funcionamiento de la lógica editorial. Lo que indica, creemos, dos cosas: que los patrones del pensamiento se canalizan fundamentalmente a través de instituciones (universidades y editoriales), ¿eso es bueno, es malo?, y además que la reflexión filosófica no es susceptible de quedar globalizada en un diálogo único sino que nace plural e implantada en los distintos círculos culturales: enfrentándose pero también ignorándose, y esto último es, seguramente, su talón de Aquiles.

 

SSC

24 de noviembre de 2011

 

 

Publicado en: «Lo que piensan los filósofos». La Nueva España, Suplemento Cultura nº 942, pág. 1,  Oviedo, jueves,  24 de noviembre de 2011.