DEPENDENCIAS E-P-M

 

 

Un texto similar publicado en: «Los conflictos entre Ética,

Moral y Política: criterios para su negociación»,

Cuadernos de Información y Comunicación,

Facultad de Ciencias de la Información,

Departamento de Periodismo III, Universidad

Complutense, 1995, págs 39-60. ISSN: 1135-7991. Véase: http://revistas.ucm.es/index.php/CIYC/article/view/CIYC0303110039A

 

 

Presentamos a continuación un análisis sobre las interdependencias entre los nivels ético (E), político (P) y moral (M), en cuanto que no solo funcionan en general en estrecha relación sino indicando especialmente que un nivel dado puede tener la capacidad de imponerse a los otros dos.

 

            1) E(M) (se lee ´M` depende de ´E`): relaciones entre aspectos éticos y morales, de tal forma que los morales se dan dependientemente de los éticos. Ejemplo 1º: que un ciudadano decida abandonar sus actividades sociales (sindicales, por ejemplo) presionado por sus obligaciones familiares. Ejemplo 2º: las ideas políticas (como fuerzas ideológicas morales que son en una sociedad) cuando pasan de padres a hijos no porque hayan sido transmitidas críticamente (es decir, con la posibilidad de elegir otras opciones), sino porque se han dado a través de un moldeamiento doméstico en el que han intervenido los lazos afectivos. Ejemplo 3º: que un partido político decida secundar a su presidente en función del liderazgo que dimana de su personalidad, pero no en virtud de la validez de sus ideas. (Si se le defiende por sus ideas entonces se está operando en el campo propio de lo que el grupo tiene de moral, pero si se le defiende en virtud de un seguimiento incondicional a su persona, a pesar de que este fenómeno se da en un marco moral –la jerarquía dentro del grupo político–, las relaciones pasarían a ser más bien éticas (obediencia a un líder similar a la que los hijos deben a sus padres, etc.).

 

            2) E(P): relaciones entre aspectos éticos y políticos, de tal forma que los políticos se dan dependientemente de los éticos. Ejemplo1º: votar en unas elecciones en función de los intereses más particulares y familiares; Ejemplo 2º: negarse a hacer el servicio militar apelando a escrúpulos de conciencia personal; Ejemplo 3º: el respeto de la salvaguarda de la intimidad de cada ciudadano a la que el Estado se debe; Ejemplo 4º: que un médico se niegue a practicar un aborto en el marco de una legislación que determina la pertinencia del aborto.  

 

            3) M(E): relaciones entre aspectos morales y éticos, de tal forma que los éticos se dan dependientemente de los morales. Ejemplo: decidir suspender a nuestro propio hijo o a un alumno al que apreciamos y que se ha esforzado en el aprendizaje, en razón del incumplimiento de objetivos académicos. (La enseñanza se relaciona moralmente con los alumnos cuando cubre las actas, realiza exámenes, etc. y se relaciona éticamente con los alumnos cuando les ayuda a superarse, cuando incentiva paternalmente su aprendizaje...).

 

            4) M(P): relaciones entre aspectos morales y políticos, de tal forma que los políticos se dan dependientemente de los morales. Ejemplos 1º: la decisión de un gobierno de favorecer la enseñanza privada apelando a la libertad de los ciudadanos (si es que efectivamente ésa es la razón neurálgica y no superficial), en el caso de que sea fruto de presiones procedentes de grupos sociales interesados (la Iglesia, por ejemplo); Ejemplo 2º: la decisión de un gobierno de primar la enseñanza pública apelando a la igualdad de oportunidades (al margen de que ello sea así o no), en el caso de que sea fruto de presiones de grupos interesados (movimientos de ideología socialista). Ejemplo 3º: la obediencia suprema que los prelados y jerarquía eclesiástica católica deben a Roma por encima de las leyes positivas de los Estados, si entran en contradicción. Ejemplo 4º: que un partido separatista vasco no acate la Constitución del Estado de Derecho español, apoyándose en su ideología independentista (la ideología independentista que no utilice las instituciones políticas para su desarrollo no tendrá tanto carácter político cuanto moral (o inmoral, se entiende); es decir, que los independentistas incumplidores de la Constitución pretenderían de iure  hacer prevalecer las ideas morales sobre las leyes políticas, sin perjuicio de que de facto estén generando además dinámicas políticas; aunque el objetivo es político, la justificación que prima tiene sustento moral.

 

            5) P(E): relaciones entre aspectos políticos y éticos, de tal forma que los éticos se dan dependientemente de los políticos. Ejemplos 1º: que Guzmán el Bueno sacrifique a su hijo para salvar la ciudad; Ejemplo 2º: que un alemán del III Reich decida tener hijos porque Hitler lo ha proclamado como obligación patriótica. Ejemplo 3º: decisión de mantener las centrales nucleares, en razón de la falta de una alternativa económica viable actual y a pesar del riesgo que supone contra la vida de los ciudadanos (no entramos aquí en su verdad o falsedad). Ejemplo 4º: cumplimiento de normas que afectan a la vida personal al entender que el Estado las promueve por alguna razón.

            6) P(M): relaciones entre aspectos políticos y morales, de tal forma que los morales se dan dependientemente de los políticos. Ejemplo 1º: unión de los distintos partidos políticos y neutralización de sus divergencias ideológicas para hacer frente común a favor de intereses de Estado. Ejemplo 2º: los fenómenos de reforma luterana, anglicana, ortodoxa… que enmarcan su actividad moral-religiosa dependiendo del Estado como poder supremo. Ejemplo 3º: que un partido separatista vasco acate la Constitución democrática, al margen de que luche por lo contrario. 

 

            7) E[M(P)] ( se lee: ´P` depende de ´M` y ambos dependen de ´E`): relaciones entre aspectos éticos, morales y políticos, de forma que los políticos son dependientes de los morales y ambos a su vez de los éticos. Ejemplo: Godoy es nombrado primer ministro por Carlos IV de Borbón, en 1792, por el apoyo que hacen valer en torno al duque de Alcudia los grupos sociales detractores de las ideas revolucionarias francesas, pero el desencadenante final habría sido la mediación positiva de la reina María Luisa, cuyo móvil último era el ser amante de Godoy (dejamos al margen la pertinencia histórica).

 

            8) E[P(M)]: relaciones entre aspectos éticos, políticos y morales, de forma que los morales son dependientes de los políticos y ambos a su vez de los éticos. Ejemplo: los jesuitas son expulsados de España, en 1767, por Carlos III de Borbón (a través de Aranda, Campomanes y Roda), siendo un móvil importante del monarca el resarcirse de los excesos del «motín de Esquilache» porque fundamentalmente pretendiera la rehabilitación de Esquilache con el que no dejó de mantener lazos de afecto y amistad. (Dejamos al margen la pertinencia histórica).  Es decir, la expulsión de los jesuitas como fenómeno moral habría estado determinada por razones de Estado, pero éstas a su vez, por las inclinaciones éticas particulares del monarca.

 

            9) M[E(P)]: relaciones entre aspectos morales, éticos y políticos, de forma que los políticos son dependientes de los éticos y ambos a su vez de los morales. Ejemplo1º: conjunto de asociaciones que piden que Pinochet sea juzgado por genocidio, por encima de los intereses gubernamentales chilenos y en nombre del derecho a la vida de los asesinados por crímenes de Estado. Es decir, los intereses del Estado chileno son puestos entre paréntesis en nombre del derecho a la vida (derecho ético universal) en la medida que determinados grupos de presión (moral) internacional imponen este esquema. Ejemplo 2º: votación en el Parlamento a favor de una ley antiabortista que sigue sobre todo la presión de grupos ideológicos de los que dependen en las urnas, y obedeciendo el grupo parlamentario instrucciones directas de su jefe que es un partidario en conciencia del derecho «sagrado» a la vida.

 

            10) M[P(E)]: relaciones entre aspectos morales, políticos y éticos, de forma que los éticos son dependientes de los políticos y ambos a su vez de los morales. Ejemplo 1º: matrimonio de conveniencia de un monarca por razones de Estado, las cuales, a su vez, son motivadas por la presión de la opinión religiosa mayoritaria de un país. Ejemplo 2º: que una familia judía o morisca de la España de finales del siglo XV decida convertirse al cristianismo por la amenaza de expulsión de los Reyes Católicos, impelidos ante la presión social mayoritaria cristiana que ha entrado en desavenencias con las minorías confesionales por razones económicas o culturales.  

 

            11) P[M(E)]: relaciones entre aspectos políticos, morales y éticos, de forma que los éticos son dependientes de los morales y ambos a su vez de los políticos. Ejemplo: que un particular engañe a otro a la hora de votar, introduciendo una papeleta distinta de la confiada, basándose en la razón del voto útil, trascendental para que resulte la mejor composición de gobierno.

 

            12) P[E(M)]: relaciones entre aspectos políticos, éticos y morales, de forma que los morales son dependientes de los éticos y ambos a su vez de los políticos. Ejemplo 1º: una secta religiosa decide cerrar filas en torno a la defensa de uno de sus correligionarios, sobre el principio fundamental de la ayuda mutua entre los miembros de la corporación (incluso yendo en contra de la verdad de los hechos), para salvaguardar al implicado de forma inmediata de una sanción jurídica y, sobre todo, para evitar la pérdida de una subvención ministerial. El esquema de dependencia tiene sentido en orden a los fines que se dice perseguir: se pone entre paréntesis la recta moralidad de una secta porque se pretende apoyar a un hermano inculpado pero porque, fundamentalmente, peligra la ayuda institucional política.                                                                                                                                                         

            5. TIPOS DE MORAL

 

                        5.1. Moral combinatoria o moral de grupo. Llamamos conjuntos combinatorios o grupos morales combinatorios (Mc) a aquellos que comparten con la política (atributiva) el estar compuestos de partes heterogéneas (tanto si miramos a las relaciones intra-grupales como inter-grupales), pero que como en la ética (distributiva) las propiedades que configuran estos grupos se dan disyuntivamente.

           

            Desde la perspectiva intragrupal, las partes de un grupo moral combinatorio son los afiliados (que son a la vez individuos éticos o cacoéticos) y las propiedades son las distintas conductas morales de esos afiliados. Desde la perspectiva inter-grupal la moralidad de un Estado viene dada por cada uno de los grupos que son heterogéneos entre sí (unos religiosos, otros culturales, vecinales, ONG, sindicales, políticos, de izquierdas, de derecha, grupos poderosos, grupos despreciables, etc), y las propiedades son el conjunto de actividades del grupo que trascienden a la vida pública, que se presentan disyuntivamente unas respecto de otras (eventos deportivos, misas públicas, mítines, etc.). Además, las actividades morales (o inmorales) de los grupos son imputables a unos individuos pero no a otros, a unos grupos pero no a otros, y, en definitiva, en unas situaciones pero no en otras, he aquí el carácter disyuntivo.

 

            La intensión del grupo moral combinatorio (Mc) vendrá dada por el conjunto de todas las disyuntivas que hayan debido resolver sus componentes, visto desde una perspectiva a posteriori. Así, igualmente, el que un grupo moral (un partido político, un sindicato, una orden religiosa, la casta militar de un país, un grupo contracultural, una banda terrorista, etc.) sea tenido por «bueno» o «malo» (por moral o inmoral) será en función del conjunto de alternativas por las que haya apostado. Pero de forma que no se confunda que la moralidad de un grupo (intensión) como moralidad activa (generada) y a posteriori (del grupo combinatorio) no es lo mismo exactamente que los principios morales (ideológicos) estructurales que un grupo quiere defender como alternativa global (moral a priori del grupo o moral porfiriana).

 

            No es lo mismo la orden de los dominicos en el siglo XIII (predicadores, por ej.) que en el XVII (inquisidores, por ej.) como orden combinatoria, en la que se tiene en cuenta la actividad moral «a posteriori» que conocemos históricamente como grupo humano, que aquella otra como grupo confesional determinado (porfiriano: estático), aunque sea histórico (por tanto, también dinámico) , que comparte una cultura moral de principios aprióricos (las reglas de la orden, etc., que aunque pueden actualizarse al darse históricamente, lo más importante es que tienen un referente ideológico estable, precisamente por ser apriórico, es decir condición de posibilidad de que sea esa orden y no otra). En los grupos Mc puede darse el caso de que a mayor intensión de sus propiedades (lo que significa mayor operatoriedad moral efectiva y edificante de los sujetos que componen el grupo) sea también mayor el número de sus correligionarios, cumpliendo con ello el principio que afecta a las clases combinatorias.

 

                        5.2. Moral porfiriana o moral ideológica. Llamamos conjuntos porfirianos o grupos morales porfirianos (Mp) a aquellos que comparten con la política el estar constituidos por propiedades que se dan conjuntivamente, y que comparten con la ética el estar formados por partes homogéneas. Las partes son, aquí, cada uno de los correligionarios en cuanto están coloreados por la misma ideología, y las propiedades el conjunto de principios a prióricos al que deben someterse, que se entienden mejor en cuanto se suman unos a otros. El principio de que a mayor intensión resulta una menor extensión, que se aplica a los conjuntos porfirianos, tiene su refrendo en los grupos considerados en cuanto a sus principios (el grupo como secta cultural, que defiende una cultura o credo, que es el resultado de un determinado precipitado histórico de costumbres, intereses, convenciones, etc., lo que hay de más tradicional en el grupo moral –sus mores–), en la medida en que cuanto más se exige el cumplimiento de los principios (intensión) menor es el número de correligionarios capaz de cumplirlos (extensión).

 

                        5.2. Grupo moral/grupo ético. Ahora bien, no todo grupo por el mero hecho de serlo es un conjunto moral, porque puede ser simplemente ético. ¿Cuándo la actividad de un grupo humano cabe ser considerada como eminentemente ética o más bien como fundamentalmente moral? Desde los criterios lógicos que estamos manejando, la respuesta sería: cuando los individuos entran a formar parte del grupo como elementos homogéneos, capaces en teoría al menos de ser independientes (no conexos), es decir, de tener cada uno su fuerza, su autarquía, entonces las relaciones en el seno de ese grupo serán éticas, propias de enclasamientos distributivos. Cuando los individuos entran a formar parte del grupo, por el contrario, como elementos heterogéneos, en donde no son iguales puesto que unos son dirigentes y otros seguidores, con cargos y funciones diferentes, etc., en donde la relación formal entre ellos no los considera simétricos entre sí,entonces las relaciones son morales, propias de una clase combinatoria. La diferencia entre la ética y la moral estriba en cómo son considerados los individuos dentro del grupo del que siempre forman parte, independientes o dependientes.

 

                        5.3. Grupo moral/grupo político. Y ¿cuándo la actividad de un grupo cabe ser considerada más bien como política o más bien como moral? La respuesta se deriva siguiendo la lógica de la anterior: cuando las propiedades que sume un grupo procedan de partes homogéneas (los individuos en tanto están coloreados por la misma cultura ideológica) estaremos ante una agrupación moral, propia de una clase porfiriana; cuando las propiedades que integre en la eutaxia del grupo procedan de partes heterogéneas (partidos enfrentados, líderes dispares, etc.) se tratará de una sociedad política, propia de una clase atributiva.

 

            La diferencia entre la moral y la política, desde el punto de vista de sus individuos constituyentes, se toma del hecho de que en la moral los individuos enclasados en subgrupos (asociaciones) pasan a homogeneizarse por el colorido ideológico, mientras que en las confluencias políticas que forman subgrupos (partidos) las características de cada subgrupo no colorean a sus individuos ni los vuelven idénticos, sino que aúnan sólo acciones. A la política sólo le interesa la acción, no el pensamiento o la ideología, ésta la toma de la moral; si los individuos de un grupo político están coloreados de una misma ideología no lo es en tanto que grupo político sino en cuanto que grupo moral.

 

            La política deshomogeneiza a los individuos al integrarlos socialmente de una forma más potente (sintáctica) que la moral, puesto que sólo tiene en cuenta, propiamente, su actividad (o inactividad) política. La moral, mientras tanto, pasa por un momento deshomogeneizador, al integrarse los individuos en grupos con jerarquías o con funciones diferenciadas, pero al mismo tiempo le es preciso también volver a contar con ellos como factores homogeneizados a través de la ideología compartida. La moral se constituye dentro de un grupo que es a la vez combinatorio y porfiriano, y, en el tránsito ideal del primero al segundo, la moral «destruye» la individualidad, su independencia de intereses (que posee combinatoriamente), pero para volver a reconstituirla a otro nivel, como identidad ideológica (porfiriana); pero esta identidad ideológica que homogeneiza a los individuos no hace a los individuos iguales sino uniformes, es decir no consigue una homogeneización material sino sólo ideal.

 

                        5.4. Moral intermediaria. El que la moral tenga un carácter mixto, participando tanto de peculiaridades atributivas como distributivas, explica muy bien el papel de intermediario que le corresponde entre la ética y la política. Las relaciones interindividuales, los lazos de amistad particulares, el cuidado y atención para hacer mejor la vida de nuestros seres queridos (próximos), no tendría fácil coordinación con las relaciones anónimas de un Estado que pone a funcionar sus oficinas, sus funcionarios, que legisla, que penaliza las infracciones, que escolta manifestaciones, que concede subvenciones, que declara la guerra a otro Estado en nombre de todos (pero decidido por un «gabinete gubernamental»), etc., si no fuera porque más allá de los individuos y de los grupos familiares, se intercalan socialmente los grupos morales.

 

                        5.5. Moral de baja intensidad. Los grupos morales no poseen todos la misma intensidad moral. Los grupos morales combinatorios que no alcancen una cierta escala porfiriana pueden quedar constituidos como simples grupos gran-familiares, disueltos en actividades folklóricas, esotéricas, deportivas, lúdicas, hedonistas, etc., que sólo se doten de ideología porque se embeban de la ideología hegemónica protegida por el Estado.

            Por otra parte, los grupos morales porfirianos que tiendan a asfixiar el conjunto de relaciones combinatorias pueden quedar constituidos como simples grupos micro-políticos, disueltos en las praxis propias de las intrigas, las guerras, los atentados, el terrorismo, donde los componentes éticos que penetrarían a través del grupo combinatorio se anonadan.

 

                        5.6. Moral simple y moral completa. Todos los grupos morales no son «morales», también los hay «inmorales»; o, mejor, todos son mixtos, con una mayor o menor proporción de moralidad. Al igual que hay un ser ético primitivo –autárquico (egoísta)– y un ser ético completo (solidario) como dos fases de un proceso, puede darse una moralidad primitiva y otra completa. Al igual que el proceso puede quedar roto éticamente, también pueda pasar moralmente. Así como el bien ético era definido porque alcanzaba la máxima aplicación no sólo material sino también formal, el bien moral se define en función de que el proyecto de la igualdad pueda proseguirse a través de las praxis morales, convertido ahora en el proyecto de la justicia social.

 

            El formalismo ético («todos sois amigos, hermanos») prosigue como formalismo moral («sed iguales») en el seno de los grupos morales. Pero así como la actividad ética se mueve bajo unos fines concretos disjuntos en el nivel de las autarquías, los planes morales concretos son también disjuntos, no sólo entre los individuos, sino además entre los distintos grupos. Por tanto, los grupos sociales se encuentran «moralmente» enfrentados y por ello necesitados de fortalecerse, de crecer, de pervivir. El derecho a la pervivencia lo hereda de la norma ética general que ordena preservar la vida de todos como el bien originario de todos los individuos; la orden de la preservación deviene naturalmente (lógicamente) de la igualación formal. Surge aquí la paradoja de la moral, que tiende a preservar la vida de todos y que tiende a defender la igualdad de todos, pero que ha de hacerlo en el seno de grupos que adoptan una ideología (una perspectiva enfrentada a otras). En definitiva, la moral no puede sino entrar en la dialéctica del «ellos» y el «nosotros». El «ellos» es el enemigo real con quien formalmente exige la igualdad; esta contradicción trata de drenarse a través del proselitismo.

            Pero la igualdad no sólo se refiere a los individuos sino que, ahora además, se refiere a los grupos que adquieren relaciones inter-grupales en el seno de la sociedad política. Todos los grupos piden el mismo derecho a la pervivencia social; pero, además, en el caso de los grupos morales que miran más a la política que a la ética, y que se gestan como alternativas del orden social, el proselitismo no se presenta sólo como «salvación» ética sino además como conquista necesaria del dominio político. Tanto la lucha por la supervivencia (del intragrupo) como la proyección por el dominio político (intergrupal) se ve necesitada de movilizar los mecanismos de poder, lo que supone el primer nivel moral, el de la moral simple, que está sujeta a logros buenos o malos en función del grupo, pero que no se traduce por el «bien» moral, que sólo puede ser universal. Así como hay «bienes» éticos, hay «bienes» morales, pero estos bienes materiales sólo son un bien ético-moral cuando entran en la dialéctica formal de su universalización. Sólo los bienes materiales que alcanzan el segundo plano de la moralidad (la intersección de la ética y la moral), el plano en el que la actividad ética es humana (humani) y además el plan moral es un «ideal» de toda la humanidad son susceptibles de ser «lo bueno». Pero obsérvese que el bien o lo bueno, que necesitan de este nivel formal, no son nada sin «bienes» concretos previos materiales, como la salud, las libertades, o la igualdad de derechos promulgados.

 

                        5.7. Moral definida y moral difusa. La moral se predica en primer término de los grupos que históricamente han tenido cierta consistencia. Estos grupos serían los propulsores de una moral no sólo pragmática sino con una semántica precisa e, incluso, con una sintaxis (es decir, con textos escritos) y, por ello, la llamamos moral definida (en textos, escritos, actividades en su nombre...). A medida que  vamos quitando sintaxis y semántica precisa a la moral y se va quedando en lo que ineludiblemente siempre es, en pragmática, la moral concentrada se va haciendo difusa. Así los partidos políticos, los sindicatos, las órdenes religiosas, las ONG, las iglesias, y todos aquellos grupos de los que se sabe bien qué predican tienen una moral concentrada, definida; estos movimientos pueden ser complejos cuando están constituidos por una heterogeneidad de grupos sociales, como es el caso del movimiento antiglobalización. Pero los movimientos de masas que no se apoyan directamente en un plan preciso o global (los hinchas de un equipo de fútbol; los seguidores de un programa de TV... hasta la borrosa «opinión pública») representan una moral difusa. Más que agentes morales son meros transmisores, pero su fuerza moral social no es despreciable; las castas militares, los grupos profesionales, las asociaciones de consumidores, etc. son formaciones intermedias, porque ni son grupos alternativos de poder con un plan preciso ni tampoco mera y difusa «opinión pública».

 

                        5.8. Intersección y contradicción E/M. Hemos visto que la E y la M no son lo mismo, pero que comparten una serie de particularidades; la más elemental es que la primera se proyecta en la segunda y que la segunda se levanta sobre la primera; es decir, tienen una clara relación de intersección. Ahora bien, entre ambas se dan también contradicciones reales. Pero estas contradicciones no son simplemente los enfrentamientos en los que se desenvuelven los individuos, por sus diferencias, puesto que estos enfrentamientos cabría superarlos formalmente a través de la misma norma de la ético-moralidad, es decir mediante procesos de «igualdad». La contradicción va más allá porque determinados fines de la moral son irreconciliables con los de la ética, pero esta vez no por choques de intereses sino por la misma estructura formal del campo ontológico de cada una. Está en la estructura formal de un grupo moral el fortalecerse como tal grupo (de otra forma desaparecería) pero este fortalecimiento requiere en muchos casos atentar contra determinados valores de los individuos, ya sea en calidad de individuos éticos o en calidad de miembros de otros grupos morales.

 

            Por supuesto que esta dialéctica no es ciega o trágica, porque siempre puede ser mediada por la norma formal que comparten la ética y la moral (el imperativo de universalidad), pero esta mediación no es resolutiva sino de puro arbitraje de la dirección material menos mala, porque los enfrentamientos materiales no pueden ser siempre igualados formalmente, porque no siempre se trata de contrastes del tipo inferior/superior o malo/bueno sino que muchas veces se enfrentan dos fenómenos igualmente buenos, o ambos mixtos. En esta línea argumental cabría dar la razón al relativismo ético-moral. Sin embargo, lo que el relativismo ético declara es que cada sujeto es la medida de su propia eticidad (porque se queda en el primer plano y no progresa hasta el segundo); y lo que el relativismo moral defiende es que más allá de circunscripciones históricas, étnicas, culturales, etc., no cabe hablar de moral, y que no hay moral intercultural. La razón de este relativismo procede de relegar en exceso los valores éticos que son claramente universalizables y que deben también ser asumidos moralmente y, además, porque se renuncia al formalismo e-m que es capaz de imprimir una dialéctica histórica no sólo supracultural sino que sirve de criterio objetivo de denuncia de las inmoralidades. Pero, sea como sea, ¿es el «materialismo formalista ético-moral», defendido por Gustavo Bueno, un nuevo y más sutil relativismo? Creemos que si el antónimo de relativo es absoluto, entonces se trataría de un claro relativismo. Pero no nos parece oportuno este contraste porque el absoluto sólo cabe trasladarlo a otro absoluto (por ejemplo a Dios), para explicarlo; pero este nuevo absoluto hay que referirlo a otro absoluto y así sucesivamente, es decir entrar en una teología o metafísica del absoluto (puesto que el concepto de Dios no es claro, y sólo es comprendido precisamente cuando se materializa el concepto en los animales numinosos..., al mismo tiempo que queda roto aquel concepto). Partimos de que el absoluto sólo es una idea aplicable a cosas concretas materiales: un círculo absolutamente cerrado, etc., y que aplicarlo a realidades no materiales es lanzar una línea de fuga errante, un significante sin significado, vaniloquia, cuando no el «opio del pueblo», es decir, algo cacoético e inmoral.

 

            Es decir, que relativo no es, aquí, antónimo de absoluto, sino de abierto; relativo es sinónimo de cerrado (paradójicamente). Cuando el relativismo plantea que los valores e-m son relativos lo que dice es que los entiende dentro de circunscripciones cerradas fuera de las cuales pierden su valor; y respecto de parte de la fenomenología de los valores tiene razón, pero olvida que hay componentes formales que se extienden al círculo de la humanidad, y muchos componentes materiales que saltan las presuntas barreras culturales; El relativismo establece cierres (cada sujeto, cada cultura, etc.) que no llega a romper, porque cada vez que la historia los rompe trasmitiéndose a otros sujetos u otras culturas vuelve a establecer otros cierres. Nosotros creemos que el relativismo historicista se queda corto en el análisis y por eso propugnamos un historicismo trascendental, es decir, una historia abierta, que rebasa las historias cerradas, en la que fluyen las materialidades relativas (positividades) pero que mantienen un nexo formal idéntico dentro del espacio antropológico, que queda recogido en el concepto de trascendental.

 

                        5.9 Intersección entre la moral y la política. El Derecho es el barrio donde los habitantes políticos y los morales pueden intercambiar sus mercaderías. Las leyes del derecho afectan igualmente a la política y a la moral, pero no del mismo modo. Vamos a diferenciar entre la materia y la forma de la ley; la materia sería, aquí, todos aquellos fenómenos a los que va ligada efectivamente la ley; la forma sería, su rango, sus criterios de aplicación, su carácter constrictivo... La materia de la ley afecta a los fenómenos políticos y a los morales de manera diferente, y sólo eventual o accidentalmente vienen a coincidir. La materia de la ley para uso político no es más que un instrumento, que puede ser incluso prescindible y retórico, es decir, que a la política puede interesarle saltarse las leyes (si es el caso).

 

            La materia de la ley para uso moral afecta de manera polimorfa a los distintos grupos políticos, según los mayores o menores beneficios que la ley les reporte; aquí, también, por motivos de simple moralidad (moralidad primaria) las leyes pueden funcionar al margen de los planes morales. Pero se apela normalmente a otra moralidad, transgrupal, la «moralidad ideal», es decir el conjunto de consensos efectivos que recorren los derechos humanos éticos asumidos por los grupos morales y elevados a categoría social general y refrendados por las leyes positivas. Esta «moralidad ideal» para no quedarse en puros fines subjetivos (aunados), para pasar a constituirse como planes y programas objetivos político-morales (insertos en la misma eutaxia), necesitan ejecutarse en la realidad. Esta positivación del ideal moral sólo puede cumplirse cuando consigue constituir en un fin político lo que era un fin ético-moral. Pero la potencia moral no es capaz de determinar la acción política, es decir, no es capaz de coincidir materialmente con ella a voluntad. Sin embargo, el «ideal moral» y los gobernantes sí han de coincidir necesariamente en el aspecto formal de la ley, es decir, en el hecho de que es formalmente igual de coactiva para el que gobierna que para el gobernado. La moral y la política interseccionan necesariamente en la formalidad de las leyes.

 

            El proceso gradual de positivación de los valores podemos resumirlo como sigue: 1) valores útiles, económicos, prácticos, pre-éticos. 2) Valores éticos primarios (autarquía: se positiviza en las acciones éticas de «construcción de sí»). 3) Valores morales primarios (potencia de obrar: se positiviza en la actividad moral de «autoafirmación del grupo»). 4) Valores éticos completos (igualdad de los seres humanos: se positiviza en la conciencia de reciprocidad y en los códigos de la «humanidad» como los Derechos Humanos). 5) Valores morales completos (igualdades públicas: se proyecta idealmente en los códigos morales y se positiviza en los códigos políticos, en las leyes como expresión de la justicia). 6) Valores eutáxicos (permanencia y buena estructuración del conjunto de la sociedad política); éstos no son valores éticos ni morales, son meta-morales.

 

            Un valor moral sólo puede ser completo y positivo cuando intersecciona con la eutaxia; la intersección material es accidental, pero la intersección formal que entrañan las leyes, como instrumentos políticos y como consensos morales es una intersección esencial. De ahí que el lugar donde puede prosperar la «moralización» de la sociedad política y de las relaciones internacionales políticas sea a través del diseño, seguimiento y aplicación efectiva de las leyes. Además no hay que olvidar las eventuales posibles coincidencias materiales de la eutaxia política con los planes morales, coincidencias que son tanto más probables cuanta más energía moral disuelta haya en la opinión pública y en las distintas organizaciones sociales, porque es de aquí de donde va a servirse el poder político para operar. Esta es la intersección posible y real entre la moral y la política.

 

                        5.9. Moralidad e inmoralidad política. El grado de inmoralidad de la política sólo puede conocerse por el quantum de leyes incumplidas, porque toda otra atribución de inmoralidad es inapropiada a la política. La P tenderá a una moralización indispensable dentro de las necesidades de la eutaxia pero no a una moralización óptima. La distancia entre la moralización indispensable y la moralización óptima en la vida política, sólo puede ser recorrida a través del terreno roturado de la legalidad. En este sentido, el Derecho y la Jurisprudencia son las formas positivas del ser moral de la política. Por supuesto, la moralidad óptima ideal de la sociedad civil tiene que ver con todo un conjunto de actividades muy diversas que tienden a la igualdad social, es decir a la justicia, y que van más allá de la moralidad de la política.

                                     

            5.10  Intersección de las operaciones políticas con las morales: Proposición 1ª: los conjuntos de las operaciones políticas y de las operaciones de la moralidad no los pensamos, por definición, como incluyéndose uno en otro. Proposición 2ª: el conjunto de problemas políticos y el conjunto de problemas propios de la moralidad no son excluyentes. Proposición 3ª: las ideas de política y de moralidad se refieren a una realidad con un grado mayor o menor de intersección. Luego a la política le pertenece la problemática moral y a la moral la perspectiva política.

 

            La moral está conectada con la política, es radicalmente política, pero no se resuelve en ella. Mientras que la política opera más en el mundo del ser, la moral lo hace además en el del deber. El deber no dimana de la conciencia pura kantiana (aunque sí es verdad que hay conciencias, pero sus operaciones no son «puras»), tampoco del acuerdo de un grupo de conciencias dialógicas (Habermas, Apel) que habrían acordado objetivos justos, aunque de esto sí hay algo, desde luego. Y tampoco se absorbe totalmente en la conciencia de clase marxista, que quiere actuar objetivamente en nombre de la humanidad histórica, porque aquí encontramos que al subrayar el envolvente histórico-político como único esencial se arroja los fenómenos e-m a un plano insustancial, como si no hubiera sujeto transcendental. Pero hemos de reconocer que Marx, Engels y Lenin penetraron muy bien en muchos problemas de falsa idealización de la moral, en cuanto estructuras sociales que la moral hegemónica presentaba como aprióricas o praeter-naturales. Aunque el deber e-m es un concepto que necesita implantarse en las conciencias, y que nace de sus operaciones, su estructura no es tanto mental cuanto lógica, no tanto psicológica cuanto ontológica, no tanto emic cuanto etic.

 

            La política opera en medio de relaciones con menor grado de idealización que la moral. Pero los planos ideales del deber ser moral pueden realizarse al sintetizarse con fenómenos políticos, en el sentido en que Hegel defiende que la «moralidad» y la «eticidad» se objetivan en el Estado. La política pone su fin en conseguir buenas leyes, pero la moral se empeña en que sean además leyes buenas. Dar este salto supone moralizar la política, o, dicho con otras palabras, pasar del ser político al deber ser moral. De aquí le viene al mundo moral esa especie de penuria de ser, de estado deficitario, de incumplimiento perpetuo: cuando el deber ser de la moral se realiza se convierte en político, y comienza el ciclo de nuevos fenómenos que lo desvirtuarán, obligándole de nuevo a recomenzar la tarea moralizante. El camino de la justicia coincide con el de la igualdad social imposible, pero es inevitable recorrerlo porque de otra manera se generaría directamente más injusticia.      

 

SSC

Octubre de 2007